sábado, 3 de enero de 2009

CONSEJO GRATIS A OBAMA

Si yo fuera Barak Obama, haría como los novios que lo piensan tarde pero bien, y el 20 de Enero los dejaría plantados a todos, por muy endomingados que se hubieran ataviado, en las escaleras del Capitolio.
Porque, si no lo hace, presta juramento y se convierte en presidente de los Estados Unidos, lamentará siempre su momentánea falta de audacia que le permitiría defender su derecho a fumar lo que le quede de vida.
Porque Obama, a pesar de lo que se pueda sospechar por la caterva que lo idolatra, es un hombre serio, formal, con flaquezas y virtudes, propenso siempre a la perfección, aunque consciente de que nunca la alcanzará.
Una prueba irrefutable de la naturaleza humana del futuro presidente es que fuma y, aunque claudica ante los políticamente correctos asegurándoles que va a dejar de hacerlo, sigue disfrutando de su debilidad.
El placer del tabaco se le hace intensamente insoportable ahora porque, al gusto de encender el cigarrillo, darle una honda calada, retener el humo amorosamente en sus pulmones y expelerlo para perfumar su entorno, se añade el deleite de atreverse a lo que está mal visto.
La dudosa satisfacción de convertirse en Presidente de los Estados Unidos la va a pagar cara Obama porque tendrá que renunciar al placer real que el tabaco le ha dado hasta ahora.
Y todo porque el conjunto de leyes que dará jurisdicción al gobierno federal sobre todo lo relativo al tabaco está aguardando a que el nuevo Congreso inicie sus trabajos para recibir su visto bueno, convertirse en ley, y servir de instrumento represor contra los fumadores, los herejes modernos.
Hasta ahora, y aunque la Administración de Alimentos y Medicinas (Food and Drugs Administration, FDA), metía mano en comidas perrunas, perfumes y hasta chicles de nicotina, los Estados y ayuntamientos no le habían dejado meter cuchara en lo del tabaco.
Pero, tras el visto bueno a la legislación para facilitar la salida de la crisis económica, le llegará el turno a la que permitirá a la FDA apretarle las tuercas a los fumadores, y que Obama ha prometido sancionar.
Al ya casi ex fumador Barak Obama se lo han puesto crudo: o se retira del tabaco o lo acusan con razón, ¡santo cielo! de incoherente.
Como fumador al que el humo del tabaco le aguza el ingenio, me permito respetuosamente aconsejarle que siga fumando a escondidas porque, ¿quién lo va a acusar de una fechoría que no deje rastro?
El consejo es gratis, aunque si insiste y para que vea que me junto con todo el mundo, le acepto unos chili con carne y una hamburguesa en Old Ebbit, en la esquina de la 15 y Constitution, que le queda a 150 metros de su despacho oval.

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