Son periodistas los profesionales que elaboran textos y los editan, titulan, ordenan, valoran y confeccionan para su difusión en periódicos.
Por extensión, son igualmente periodistas los que hacen las mismas o similares tareas en los relativamente modernos medios audiovisuales: radio, televisión, Internet o noticieros de formato cinematográfico.
Pero no todos los que escriben en periódicos o Internet ni los que hablan o actúan en radio, televisión, o noticieros cinematográficos son periodistas.
El periodista informa y respeta normas estrictas destinadas a desvincular opinión de información.
La firma de una información no exime a su autor de respetar las normas. Solo constata que el firmante fue testigo presencial de los hechos que narra.
Los textos de opinión sin firma expresan el parecer de la empresa periodística y del editor sobre el asunto del que se escribe o habla.
Los textos de opinión firmados expresan el parecer del autor, que suele ser colaborador y no empleado de la empresa periodística difusora.
Si el firmante de un artículo de opinión fuera también redactor del medio de difusión, la pieza de opinión firmada sería de su exclusiva responsabilidad y no de la de la empresa y, en lo tocante al artículo de opinión firmado, habría que entender que ha renunciado tácitamente a su condición de periodista.
Como ciudadano común, tiene libertad para difundir, polemizar, defender y evangelizar en controversias políticas, sociales, religiosas, estéticas o deportivas. En todo.
Como periodista, tiene obligación de ser neutral. Si lo consigue, será buen periodista.
Si no fuera objetivo, habría que enjuiciarlo como mal periodista en el mejor de los casos y, como ventajista que se camufla tras el prestigio de su profesión para engañar a incautos, en el peor.
Quien ha estado más de treinta años intentando hacer periodismo objetivo y varios meses opinando sin informar, puede garantizarles que lo primero es lo más difícil.
Por respeto a una profesión digna, suplico a los pedagogos políticos y a los evangelistas sociales que se ganan tan brillante y espléndidamente la vida con el vicio nacional de la tertulia que, en esas funciones, no invoquen su condición de periodistas.
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