No tienen los españoles la culpa de confundir franquismo y derecha porque el propio dictador señaló tozudamente a la izquierda como enemiga de España, a la que confundía con su propia persona.
Franco, que no era de derechas ni de izquierdas porque su única ideología, como la de todos los déspotas, era ejercer el poder absoluto, ha sido y sigue siendo el mayor enemigo que la derecha ha tenido en España.
Perjudicó a la derecha porque se le identifica con ella y, en éste país que quiere olvidarse de Franco, aterra que gobierne un partido con el que se le confunde.
Lo sorprendente es que, para cualquier analista político no español, el franquismo tuvo más similitudes con la izquierda que con la derecha.
Pero la confusión ideológica es la herramienta más útil del PSOE para evitar el triunfo electoral del Partido Popular.
Tan bien lo saben los socialistas, que en su primer vídeo de propaganda para las elecciones europeas de Junio, repiten el mensaje que siempre les dio la victoria: voto que no respalde al PSOE, facilita el triunfo de la derecha.
La articulación de Europa de manera favorable a los intereses españoles, el desempleo, la crisis económica o los despilfarros del dinero público son amenazas baladíes comparadas con el triunfo electoral del Partido Popular, el triunfo de la derecha.
Es un mensaje de efecto garantizado porque los mismos adversarios políticos del PSOE colaboran en la eficacia del ardid.
Los candidatos del Partido Popular parecen admitir la supuesta perversidad de la derecha porque se indignan cada vez que sus oponentes los llaman derechistas, como si fuera un insulto.
Torpe e inútil empeño porque, si se admite que son partidos de izquierdas el socialista y el comunista, su único adversario con posibilidades políticas de gobierno es el Partido Popular que, como oponente de los de izquierdas, tiene que ser de derechas.
¿Y qué?
Las ideologías clásicas se han hibridado para lograr gobiernos eficaces y, aunque partidos de izquierda adopten medidas consideradas de derechas y los de derechas asuman programas propios de la izquierda, hay líneas maestras que definen sus filosofías:
La derecha, cuando entran en colisión Libertad e Igualdad, se inclina por el primero de esos dos principios de la democracia, emanados de la revolución francesa, mientras que la izquierda da preferencia a la Igualdad sobre la Libertad.
La izquierda legisla para cambiar la sociedad y la derecha para adecuar las leyes a los cambios que la sociedad ha experimentado en su evolución.
Para la derecha, cada individuo tiene derechos inviolables en la organización social mientras que, para la izquierda, prevalece el derecho del estado sobre el del individuo.
La derecha cree que el individuo es capaz de procurarse por sí mismo, o asociándose por propia conveniencia, los bienes y servicios que necesita. La izquierda está convencida de que el Estado sabe lo que el individuo necesita y se lo proporciona mejor.
En momentos de enajenación radical, tanto la derecha como la izquierda han cometido tropelías pero, sin duda ninguna, ha sido más duradera la opresión de los regímenes de izquierdas, más sanguinarias sus dictaduras y más corruptas sus burocracias.
Franco, Hitler y Mussolini propugnaron con tanta saña como Mao, Lenin, Stalin o Pol Pot el igualitarismo entre sus pueblos sometidos, y persiguieron la libertad con igual contumacia.
¿Por qué, entonces, el PSOE asusta a los españoles con el miedo al triunfo electoral de la derecha?
Porque, a fuerza de repetir una mentira—el camarada Goebbels era más socialista que nacional dentro del nacionalsocialismo—los españoles asumen como verdad absoluta una mentira: la maldad intrínseca de la derecha y la beatífica bondad de la izquierda.
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