He pasado de la sospecha a la duda y empiezo a creer que eso de la sabiduría popular es una patraña banal o, lo que es peor, una argucia para dorarle la píldora a la plebe y ganarse su benevolencia.
Porque, en estos días de dolce far niente, en que los que todavía tienen trabajo han compartido la agradable tarea de no hacer nada con los que ya estamos jubilados, me he dedicado a indagar las razones por las que Esperanza Aguirre es la única gobernante de éste país a la que los sindicatos le han puesto la proa.
La gente dice que Esperanza Aguirre es más lista que una ardilla y que José Luis Rodríguez Zapatero es más tonto que Abundio.
Patrañas, infundios, palabrería vana porque, por mucho que la letra flamenca lo asegure, voz del pueblo no es voz del cielo.
Contra la sabiduría popular, el frío mentís de los hechos:
Mientras los sindicatos tienen a la Aguirre desvelada y ojerosa, a Zapatero lo dejan pimpante y lozano como una rosa.
A la Presidenta de la Comunidad de Madrid, que presume de haber hecho más hospitales, kilómetros de metro, escuelas, carreteras y otras obras públicas que nadie, los sindicatos le tapan la boca un día sí y otro también a la Televisión de su Comunidad y dicen que van a pararle el metro, del que tanto se ufana, el día que vengan los jerarcas olímpicos para estudiar la candidatura de Madrid.
Zapatero, que alardea de haberse traído de Irak unos soldados que llegaron a aquél país cuando ya había terminado la guerra y de haber echado a andar la alianza de las civilizaciones, los sindicatos tienen la cortesía de no recordarle los cuatro millones de trabajadores a los que tiene en paro y le doran la píldora, no para que les de trabajo, sino para que les prorrogue indefinidamente el subsidio de desempleo.
¿Por qué los sindicatos están tan a gusto con Zapatero y tan a disgusto con la Aguirre?
Evidentemente, porque Zapatero es el listo y la tonta es la presidenta de Madrid.
Zapatero sabe que, por muy caro que sea el precio de algo, siempre será barato si el dinero que tiene que pagar no es suyo. Por eso paga la paz sindical que necesita con el dinero del Estado que, al ser de todos, no es de nadie aunque sea el gobierno que preside el que lo administre.
La astuta Aguirre, por el contrario, es tan ingenua que todavía no se ha enterado de que su mayor preocupación debería ser que la reelijan en el cargo que tiene. Que se lo diga su colega de Francia, el marido de esa señora tan apetitosa que lió la marimonera en Madrid, en vísperas del aniversario de la que armaron sus compatriotas cuando lo de Napoleón.
Que se deje por tanto la joven Aguirre de preocuparse por los ciudadanos de su Comunidad, empiece la caridad por sí misma y compre la paz social que le están alterando.
Que la lista aprenda del torpe y le dé a los sindicatos las subvenciones que le pidan, coloque a sus liberados y los deje dirigir la televisión, el metro y, si se empeñan, hasta las orquestas y teatros de la Comunidad. Como Zapatero, comprar voluntades en vez de gastarse el dinero en inversiones para que las disfruten unos desagradecidos que, tarde o temprano, le negarán su voto.
Y si los sindicatos quieren cien por quedarse calladitos, que les dé mil.¿Será por dinero?
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