Aunque precipitada y sin la mano izquierda que habría sido aconsejable para no enojar al aliado norteamericano, la retirada de las tropas españolas de Irak fue un acierto del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Acertó porque los habían enviado para que impusieran a los habitantes de Irak un sistema de gobierno ajeno a los irakíes, que se resisten a adoptar modos culturales derivados del enciclopedismo cristiano, rechazados por su tradición.
Argumentar que los soldados españoles se retiraron para no intervenir en una guerra injusta es tan simplista como calificar de legal la intervención de tropas extranjeras porque la apadrine la ONU.
Todas las guerras son injustas y la única legalidad admisible es la de rechazar con las armas al ejército extranjero invasor, como los españoles hicieron en su Guerra de la Independencia.
Hizo bien el gobierno en traer de Irak a los españoles y haría todavía mejor si repatriara cuanto antes a los que tiene en Afganistan.
Desde hace 25 siglos,los afganos defiende a su país de intromisiones externas que pretendan hacerles cambiar su forma de manejar Afganistan.
Si los irakies son reacios a amoldarse a una modernización política según el concepto que de modernización tienen los Estados Unidos y sus aliados, los afganos combaten siempre con éxito a los que pretenden que dejen de ser como son para transformarse en lo que no quieren ser.
Por Afganistan pasó Alejandro, Gengis Khan, el ejército imperial inglés, el 40 cuerpo de ejército soviético y todos ellos se retiraron derrotados, dejando a los afganos tan apegados a su forma de vida como antes de que los invadieran.
Rusia desplegó nueve divisiones motorizadas o blindadas, una brigada aerotransportada, 650 helicópteros, tres escuadrones aéreos , destinó 620.000 soldados a Afaganistán en sus nueve años de guerra, perdió 15.000 hombres, y 53.753 resultaron heridos, de ellos 10.571 permanentemente mutilados.
La intervención le costó 451 aviones (333 helicópteros), 147 tanques, 1314 vehículos blindados, 11.369 camiones y la derrota aceleró el hundimiento de la Unión Soviética.
El ruso fue el intento que más cerca estuvo de sacar a Afganistán de sus hábitos ancestrales para integrarlo en la modernidad.
Lo hubiera conseguido si el congresista texano Charlie Wilson no hubiera empujado a los Estados Unidos a ayudar decisivamente a los mujahidines antisoviéticos.
El pago de los guerrilleros islamistas por la ayuda norteamericana fue inspirar el atentado de hace ocho años contra las torres del World Trade Center neoyorquinos, pretexto del gobierno de Washington para capitanear a sus aliados en la actual guerra afgana.
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