Que dieran el nombre del Padre de la Patria Andaluza Blas Infante a una de sus avenidas era inevitable, que bautizaran como Antonio Gala al Instituto de Enseñanza Media, irremediable y que llamaran Carlos Cano a una de sus calles, inapelable.
Prohombres ilustres los tres, a los que las autoridades de Palma del Río agradecieron lo mucho que hicieron por universalizar el nombre de la ciudad, honrando con sus nombres puntos destacados de la toponimia local.
Pero el nombre de ese pueblo del Valle Medio del Guadalquivir, ¿no fue Manuel Benítez “El Cordobés” el que lo dio a conocer en todo el mundo?
Así fue, y como de bien nacidos es ser agradecidos, el nombre de Manuel Benítez “El Cordobés” figura en el callejero local, en un barrio todavía en construcción, donde el casco urbano se funde con el campo.
Las calles del barrio fronterizo llevan nombres de toreros locales: Palmeño, Pedrin Benjumea, Vicente Linares y los picadores hermanos Sánchez, en una fraternidad igualitaria sin consideración a las broncas o aplausos que cosecharon.
Es un ejemplo patético de la caducidad de la gloria por la que se jugaron la vida porque el barrio a cuyas calles han dado sus nombres está mas cerca del cementerio que del centro urbano, donde residen quienes parecen querer olvidar que se atrevieron y arriesgaron en lugar de resignarse y someterse, como ellos, al anonimato.
El último alcalde de la dictadura, en un letrero que daba la bienvenida y despedía a los viajeros, les avisaba en un cartel que Palma del Río era “Cuna de Grandes toreros”.
Era una manera tópica de decir que eran hijos del pueblo los que hacían que su nombre se hiciera popular fuera de sus límites, y no mentía.
Habría faltado a la verdad si hubiera dicho que ´Palma del Río era la ciudad madre de Manuel Benítez “El Cordobés” porque, por el poco aprecio que le demuestra, es más bien la madrastra del torero que dio a conocer su nombre en todo el mundo.
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