Se antoja una eternidad el tiempo que falta para que descubramos que el gobierno de Mariano Rajoy es todavía peor que el de José Luis Rodríguez Zapatero.
Es una fatalidad axiomática en este sistema de desgobierno que los españoles se infligieron como penitencia contra el mayor engaño de su dictador: la muerte del que, como a Caudillo por la Gracia de Dios, le hubiera correspondido la inmortalidad.
Felipe González hizo bueno a Adolfo Suárez, José María Aznar a González y José Luis Rodríguez Zapatero a Aznar.
Leopoldo Calvo Sotelo, que aparte de embridar a los díscolos militares españoles metiéndolos en la OTAN para que se distraigan fuera y dejen de enredar dentro, hizo poco más en sus 20 meses de presidente, ni tuvo ocasión de hacer bueno a su antecesor ni su sucesor pudo hacerlo malo.
Cuando Suárez, González y Aznar perdieron el poder los españoles suspiraron de alivio y a duras penas contienen el suspiro que exhalarán cuando se vaya Zapatero.
Algo raro pasa aquí: ni todos los presidentes de la llamada democracia pudieron ser tan malos ni los españoles tan díscolos para ser gobernados porque en tres mil años de historia aclamaron a reyes degenerados, a favoritos venales, a inquisidores sanguinarios y a dictadores taimados.
¿Y si no son malos los presidentes de gobierno elegidos desde 1978, sino que son los españoles los que no saben elegir?
Antes de meterse en un nuevo embrollo electoral debería despejarse esa duda, para no seguir perdiendo el tiempo.
Indicios hay suficientes para que, en su propio provecho, se impida a los españoles escoger a sus gobernantes.
¿Cuándo ha gobernado mejor Zapatero que desde Mayo pasado? ¿Y qué pasó en Mayo para que Zapatero, que hasta entonces no había dado una a derechas, haya dejado de meter la pata?
Que dejó de mandar como presidente elegido por los españoles y comenzó a obedecer como comparsa dirigido por los extranjeros.
Bienaventurados los pueblos que, como los individuos, aprenden de sus errores. No han pagado mayor precio los españoles que el que les han cobrado por la falacia de que están capacitados para autogobernarse.
Son los españoles buenos vasallos que necesitan un buen señor, como demostraron al servir a la casa de Habsburgo hasta 1712 y a la de Borbón-Francia desde entonces.
El mayor servicio que Zapatero podría prestar a España, antes de que los españoles empiecen a echarlo de menos porque los gobierne Rajoy, sería convencer a su amigo Barack Obama, con quien comparte responsabilidad galáctica, para que los Estados Unidos acepten a España como su estado número 51.
Galicia está de Nueva York a solo poco más de 1.500 kilómetros más que Hawaii de California. Hora y media de vuelo. Una miseria. Seguro que los españoles obedecerán más a gusto al Obama de turno que al Sarkozy o la Merkel que corresponda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario