El neobelicista y criptopacifista José Luis Rodríguez Zapatero mandará militares españoles a combatir en Libia, una insensatez sin otra explicación que la ignorancia del Presidente del Gobierno.
El pretexto es que la democracia desplace del poder a la dictadura de Muammar Gadafi y acabe así la opresión del pueblo libio.
Los gobiernos de raíz cristiana, entre ellos el de España, se exponen a que su injerencia en el pleito libio propicie que una dictadura teocrática, más inclemente que la laica derribada, agudice la opresión de la población.
Indefectiblemente, esa ha sido la consecuencia cada vez que gobiernos de países no musulmanes, con el pretexto de extender los beneficios de su cultura, han intervenido en países de tradición islámica.
El general inglés retirado Sir John Hackett y otros prestigiosos estrategas de la OTAN publicaron en 1978 “The Third World War:Augustus 1985” y la conmoción que provocó duró pocos meses porque, en Enero de 1979, la dictadura teocrática del Ayatollah Jomeini reemplazó la tecnocrática del Sha Reza Pahlevi.
El libro, que predice cómo se desarrollaría una guerra entre la OTAN y el Pacto de Varsovia tras un incidente armado en Agosto de 1985 en Yugoslavia, centra uno de los episodios bélicos en la lucha por el petróleo iraní, naturalmente aliado bajo el Sha, de Occidente y los Estados Unidos.
Fue tan abultado el error de cálculo sobre el futuro de Irán que los autores tuvieron que rehacer en 1983 lo que habían publicado en 1978.
Por el tiempo en que el libro se publicó, la sociedad iraní le pareció a este testigo una de las que había conocido de esa cultura más dinámicas y abiertas.
El retroceso en el disfrute de libertades que los iraníes soportan desde entonces no hubiera sido posible si el gobierno francés y el embajador de los Estados Unidos en París no hubieran convencido al candoroso Jimmy Carter de que el régimen que implantaría el Ayatollah Jomeini garantizaría mejor las libertades individuales que el del Sha.
La pujanza expansionista del chiismo de los ayatollhas desencadenó otro error norteamericano que todavía sufre el mundo: para frenar a Irán, respaldó el militarismo del sunnita Sadam Husein, que desembocó en la guerra irako-iraní, la invasión de Kuwait y la violencia que no cesa en la zona.
Arabía Saudita, aliada de los Estados Unidos y cuna del waabismo sunní, financió las madrazas de todo el mundo—Chechenia, y Magreb sobre todo-- para frenar el renacimiento chií resultante del asentamiento de Jomeini en Irán.
Muchos enraízan el fanatismo terrorista de los grupos magrebíes en la contraofensiva sunnita del dinero saudí.
Al difunto congresista Texano Charlie Wilson habría que responsabilizar de haber convencido al congreso de los Estados Unidos para que financiara a la CIA y proveyera de lanzamisiles antihelicópteros, decisivos en la derrota del ejército invasor soviético.
Los soviéticos, como apóstoles del comunismo que es una derivación del cristianismo, habían intentado meter en el mundo moderno a Afganistán y estuvieron a punto de lograrlo, tras los intentos fallidos de Alejandro e Inglaterra.
Si no hubiera sido por Charlie Wilson y la CIA lo hubieran conseguido. La consecuencia del fracaso fue el atentado de las torres gemelas, el cerco actual de los talibanes a Kabul y la guerra que sigue coleando en Afganistán.
La intervención en Libia en la que tan interesado está Zapatero puede que tenga consecuencias similares, como siempre que los pueblos de raíz cristiana se inmiscuyen para que los musulmanes adopten sistemas basados en la frase evangélica “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Esa filosofía, que fundamenta la división de poderes en las sociedades derivadas del cristianismo, es blasfema para el buen musulmán porque todo el poder, incluido el del César, es atributo exclusivo de Dios.
Harían bien Zapatero y sus colegas cristianos en la gobernanza, en dejar que los moros hagan lo que quieran siempre que el mal se lo hagan entre ellos y no nos salpique a los demás.
No hay mejor política respecto a los musulmanes que añadir a la obra de misericordia “enseñar al que no sabe” la que aconseja la prudencia: “no enseñar al que no quiera aprender”.
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