lunes, 18 de julio de 2011

¿POR QUÉ NO CONTRATAMOS POLITICOS INGLESES PARA ESPAÑA?

No es solo porque no los entendamos por lo que los extranjeros nos parezcan raros a los españoles, sino porque no le encontramos lógica a algunas de sus costumbres.
La superpoblación en sus islas puede explicar que los japoneses vayan siempre de mil quinientos en mil quinientos, ver que todos los personajes de sus películas se sirvan un latigazo al entrar en sus casas explicaría que los Yankees le tengan la afición que le tienen al alcohol.
Hay tanto sicólogo argentino porque necesitan comprender cómo han conseguido arruinar un país tan rico, y el machismo mexicano explica que digan que es “padre” lo que es bueno y que hacerle la puñeta a alguien sea “darle en la madre”.
Pero lo que es incomprensible para un español es esa afición que los ingleses tienen a dimitir.
Por más que uno se estruje los mendrugos húmedos de la sesera no comprende esa manía británica ¿dimitir por permitir que la policía a tus órdenes espíe, si lo normal es que te cesen si no facilitas el espionaje?
Aquí en España, tierra de gente seria, no solamente se colocan aparatos que permitan espirar, sino que las transcripciones de esas investigaciones judiciales que afecten a la oposición, se publican en los periódicos y al responsable de no haber preservado el sigilo de las escuchas se le propone para presidente del gobierno.
Para que los ingleses aprendan.
A menos que los ingleses no sepan qué es eso de la democracia y necesiten que los gobiernen políticos españoles, blindados por naturaleza contra la debilidad de dimitir.
Si lo contrario fuera lo cierto, la lección es clara: necesitamos en España políticos ingleses a los que no haya que darles una patada en el trasero para que despeguen su trasero del sillón, cuando metan la pata.

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