Para encontrar
un antecedente remoto a las procesiones de Semana Santa habría que retroceder
en el tiempo a la pagana Babilonia, tachada por las posteriores religiones
monoteístas de “cuna de las idolatrías”.
Tal era la
abundancia de procesiones y tan necesario un lugar adecuado para celebrarlas
que Nabucodonosor II remodeló la ciudad para que su principal arteria, que pasó
a llamar Avenida de las Procesiones, condicionara el trazado urbano.
Eran aquellas
procesiones babilonias el antecedente de todas las que, desde entonces, ha
organizado la humanidad, incluyendo las de la Semana Santa,
El particular
desarrollo que han alcanzado en España los desfiles procesionales de Semana
Santa, muy superior al de otros países de su entorno con culturas también
emanadas del cristianismo se debe a la influencia que en su historia tuvieron
el judaísmo y el islamismo.
Ambas prohiben
a sus creyentes fabricar, exhibir y menos aún reverenciar, representaciones
humanas o de animales.
Así lo recoge
la versión católica de la Biblia: “Entonces Dios pronunció estas
palabras:Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en
esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás imagen, ni
ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra,
ni en las aguas debajo de la tierra: No te inclinarás á ellas, ni las honrarás;
porque yo soy Yahvé tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres
sobre los hijos, sobre los terceros y sobre los cuartos, á los que me
aborrecen, Y que hago misericordia en millares á los que me aman, y guardan mis
mandamientos.”(Exodo 20,1-6)
.
Las procesiones
de Semana Santa en España, de las que la primera se localiza históricamente en
Valladolid poco después de su reconquista en 1072, las aprovecharon para
demostrar en público su sinceridad los sospechosos de seguir siendo
privadamente judíos o musulmanes, pese a su pública conversión al cristianismo.
No es casual
que fuera el siglo XV, tras la dejación por parte de la Corona en el tribunal Eclesiástico de la Inquisición de la
responsabilidad en la persecución de delitos de conciencia: paganismo, idolatría,
cuando las procesiones de Semana Santa se extiendan por España.
Como tribunal
eclesiástico, el de la Inquisición solo tenía atribuciones para enjuiciar a los
que habían aceptado el cristianismo por el sacramento del Bautismo.
Pero los
inquisidores persuadieron a la los reyes de que algunos de los que, por
convicción o conveniencia se habían hecho bautizar, eran la mala influencia que
inducía a muchos cristianos nuevos, sobre los que recaía la sospecha de que
seguían fieles a sus viejas creencias, para seguir practicándolas en privado.
Entre las
reglas religiosas comunes a judíos o musulmanes había algunas que, como las
abluciones rituales, la ausencia de elementos decorativos de figuras humanas o
de animales y la abstención de comer carne de cerdo, eran comportamientos
instintivos de su cultura.
El cristiano
viejo solía tener a gala su desprecio a la higiene corporal, invocar a Santos
o a figuras religiosas y preferir la de cerdo a otras carnes como señales identitarias
de su fé.
Para
demostrar la sinceridad de su conversión, los judios y moriscos sustituyeron la
carne de ovino y pollo de su dieta tradicional por la de cerdo. Así, la adafina
judía evolucionó hasta el actual cocido.
Y la
veneración a las figuras que representaban episodios de la Pasíon y Muerte de
Jesucristo durante las procesiones de Semana Santa las usaron como demostración
pública de la sinceridad de su conversión al Cristianismo.
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