El que la
utilice sólo para anticipar las pérdidas o ganancias de una operación mercantil
negará que la imaginación permita robar los recuerdos de otros y hasta evocarlos
como si fueran propios.
Todavía más:
por experiencia sé que siento más nostalgia de escenas que he debido imaginar
que de las que he protagonizado o presenciado.
Y sé que esos
recuerdos recurrentes no los protagonicé ni presencié.
Fui un niño
que vio escarbar buscando comida entre los desperdicios a otros de mi edad y
que asistía al paso rutinario hacia el cementerio de padres sombríos y
uniformados de mal cortados trajes de patén grisazulado, que llevaban bajo el
brazo la cajita blanca de su hijo muerto.
Así que el
recuerdo del que yo siento nostalgia no es mío: O me he apropiado el de otro o lo he imaginado con tanto vigor que
es ya como mío.
No es recuerdo tampoco, ni nostalgia, ni
evocación sino algo de todas esas sensaciones que solo describe en parte la
palabra portuguesa saudade, que incluye la partícula grata de un pasado que no
lo fue tanto.
Voy a intentar
describir el motivo de mis saudades:
Un grupo de
niñas pizpiretas vestidas de blanco y que al girar echan a volar el de amplio
vuelo de sus faldas, rubias como la miel, con lazos de seda azul en sus
cabellos, cantan a coro como debieron cantar los querubines:
Una tarde, florida
de mayo
cogí mi
caballo salí a pasear
por la senda donde
mi morena
fresquita y
risueña
solía pasar…
Frente a ellas, en la misma pradera verde con flores blancas incrustadas, un
grupo de niños esbeltos, uniformados con pantalón y chaqueta escarlata y un
pañolón de batista al cuello, replican:
Qué lindas
trenzas tienes, carabí
quién te las
peinará?, carabiruri, carabirurá
quien te las
peinará, carabírurí carabirurá
Las peinará tu
madre, carabí
con peine de cristal,
carabiruri, carabirurá.
Sin que se
terminara de diluir el eco de los cantos, un espeso enjambre de pájaros de
plumaje multicolor y trinos armoniosamente disonantes cubre el cielo y, en su
vuelo, forman sobre la pradera un círculo parecido al nimbo de un santo.
De esa escena,
que no se acomoda a mis recuerdos, es de la que desde siempre he tenido
saudades.
Como no son
míos, me declaro y confieso ladrón de sueños
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