Es este un
tiempo en el que Calderón usaría el singular al aludir a las aspiraciones
humanas porque todos compartimos un sueño idéntico: ser famoso, rico,
importante, envidiado.
Hacer realidad
ese sueño universal es sencillo porque se cumple igual siendo Kennedy que su
asesino y, a veces, el nombre del delincuente sospechoso o comprobado es más
popular que el de sus víctimas.
Fama infame,
pero fama, logró Harvey Oswald al matar a Kennedy e Isleño al cornear a
Manolote porque compartieron la notoriedad de sus víctimas
Los apellidos
Bárcenas, Rato, Blesa, Pujol o Granados son más populares que los de las
supuestas víctimas de sus manejos.
Victimario de
famoso es procedimiento infalible para alcanzar la fama: se conoce a Bruto
porque mató a César, “marido de todas las mujeres y mujer de todos los maridos”,
conquistador de las Galias, pontífice máximo y, a su muerte, proclamado dios.
Así que hacer
realidad el sueño universal compartido por todos los que ahora vivimos de que
nuestro nombre sea conocido es fácil: desnúdese como concejala rubia, salga en
retratos junto a famosos o robe dinero suficiente para asar una vaca.
No son logros
tan dramáticos como matar al Minotauro o ser el primero que pise la luna, pero
no hay que estudiar ni trabajar para conseguirlo y la recompensa bien lo vale:
te hacen entrevistas en periódicos, radios y televisiones y, si además tienes
por amiga a una agraciada joven de pechos suculentos, todo el mundo te
envidiará.
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