Uno, que estudió latín en Bachillerato
porque las ciencias de la naturaleza las aprendió en la huerta en la que pasó
sus primeros años, sabe que referenda es el plural de referéndum, vocablo del
género neutro.
Sabe también
que, prácticamente con el mismo gasto que el referéndum sobre monarquía o república, podrían y deberían celebrarse otros, y dejar así resueltas muchas de las
disyuntivas que corroen y desasosiegan a la sociedad.
El referéndum
propuesto sobre monarquía o república necesitaría completarse con otros dos
para cada una de las disyuntivas iniciales propuestas:
a) Hereditaria
Monarquía:
b) Electiva.
Cada una de esas dos opciones requeriría,
antes de llevarlas a cabo, referendos
aclaratorios:
Monarquía
hereditaria:
a)
Pariente más próximo
b)
Pariente más remoto.
(Debe hacerse
notar que, si el rey muerto hubiera sido malo,
los resentidos súbditos preferirán al heredero más remoto y, si hubiera
sido un rey bueno, al más próximo).
Monarquía
electiva: (entronca con la más rancia tradición monárquica española, la de los
godos).
Votantes:
a) individual.
b) Agrupaciones.
En el primero
de los casos serían electores todos los que, en el momento de la elección, vivan
en territorios sobre los que la monarquía ejerza su soberanía, sin distinción
de edad, sexo ni estatura.
En el segundo
caso, una ley aprobada por facebook o whatsapp determinará las agrupaciones
(sindicatos, clubs de fans, forofos deportivos o agrupaciones promotoras del
consumo de papas fritas, por ejemplo), que conjuntarán los votos individuales
de sus agrupados).
Otra ley,
aprobada por una mayoría expresada mediante llamada de móvil (1,73 euros la
llamada) determinará el período de vigencia de los asuntos refrendados) pero,
teniendo en cuenta que no solo “la dona é mobile” (la mujer es voluble) sino que
tanto o más lo es el hombre y puede cambiar de opinión varias veces al día, lo
ideal sería que, cada día, a todos los ciudadanos les fuera sometido a referéndum
desde qué dia de la semana prefieren que sea hasta las temperaturas máxima y mínima.
Naturalmente,
habría distintos referendos, según su ámbito de aplicación: los vecinos de una
calle deberían poder determinar cada día el sentido del tráfico rodado por
ella, el nombre de la calle, la diferenciación por nombres, números o colores
de cada una de sus casas y hasta si la basura de recoge por medios mecánicos o
mediante puercos que la consuman directamente en la calzada.
El referéndum que
ponga de acuerdo a los ciudadanos sobre el clima y la temperatura que prefieren
debería tener carácter local, por la dificultad de conciliar no solo los gustos
de los que prefieren el calor al frío sino por la variedad de condiciones orográficas,
paisajísticas y de concentración de humedad.
Pero, si no el
clima, por lo menos podríamos resolver mediante referendos cómo aliviar psicológicamente
los efectos que sólo la mención de las dos estaciones extremas nos producen:
bastaría llamar invierno a la época de más calor y verano a la de más frío. Así
el ser humano lograría la felicidad imposible hasta ahora a la que aspira:
vivir como en el Caribe en invierno y como en el polo norte en verano.
El referéndum,
pues, resuelve todos los problemas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario