Es el aniversario
de la caída del Muro de Berlín una fecha
que, en vez de celebrarse, deberíamos lamentar.
No fue solo el
comunismo lo que cayó por tierra con el muro.
Entre los cascotes
de aquella pared, que simbólicamente separaba el bien del mal, se derrumbó también la convicción de
todos en la justicia de su causa, sólo por residir en el lado opuesto al
enemigo.
Derrumbado el
muro que separaba el bien del mal, ¿en qué lugar residen desde entonces los justos
y los tiranos?
En los felices
tiempos en los que la duda no tenía razón de ser porque el muro era la frontera
entre libertad y tiranía, cada ciudadano del mundo sabía que estaba en el lado
correcto, sólo por habitar en lugar opuesto al habitado por su enemigo.
Pero, desde
entonces, ¿Quiénes son los buenos y quienes los malos?
--¿Sopn buenoas
los no musulmanes y malos los muasulmanes?
-- ¿Son buenos
los islamistas radicales y malos los islamistas liberales?
--¿Todos los
no musulmanes son malos para los musulmanes?
--¿Todos los
musulmanes, para los que no lo son, ¿son terroristas en potencia?
El bien y el
mal, claramente localizados por el lugar que el muro de Berlin separaba, desde entonces
se mezclan aleatoriamente y hacen imposible su identificación.
No era el muro
de Berlín solamente la frontera de paises distintos sino, sobre todo, el punto que
separaba dos formas radicalmente diferentes y opuestas de medir la bondad del
comportamiento humano.
Antes de que
derribaran el muro, los que vivían en una de las dos partes que aquella frontera
separaba tenían la certeza de que eran buenos porque los de la parte contraria
eran los malos.
Separaba el
muro las convicciones absolutas que hasta entonces modulaban las conciencias
humanas
Con su caída
esas convicciones se relativizaron y se abrió la puerta a la confusión. relativización.
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