Los viajeros
extranjeros que llegaron a España en pleno vendaval del romanticismo vieron a
los españoles, naturalmente, como violentos, apasionados, generosos y reacios a
la disciplina.
Los
regeneracionistas proponían lo contrario: Joaquín Costa, uno de los más
destacados del movimiento, pedía para España
“escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid”.
Los de la
generación del 98 predicaban impregnar a los españoles de la sobriedad castellana
y, antes de que España fuera España, ya el carácter de sus habitantes mostraba
a quienes los observaran rasgos contradictorios.
Para el
galo-romano Pompeyo Trogo, “los hispanos prefieren la guerra al descanso y, si
no encuentra con quien pelear fuera, lo buscan dentro”.
Julio César, el
conquistador de las Galias y jefe de Pompeyo Trogo, tenía de los hispanos una
opinión radicalmente opuesta: “ los hispanos”—aseguran que dijo—“viven para
beber”.
Conclusión, si los españoles son sobrios y
ebrios, valientes e indolentes, soñadores y materialistas, son como los ciudadanos
de cualquier otro país o región del mundo.
Un chiste que se
contaba en tiempos de la oprobiosa dictadura de Franco mostraba el arquetipo
español, representado por un viejo conformista con sus desgracias.
--9-12-1946: Una multitud, naturalmente fervorosa
y justamente indignada, vitorea y aclama al Jefe del Estado y Caudillo de
España, Francisco Franco Bahamonde, como
desagravio y señal de adhesión inquebrantable porque las recién creadas
Naciones Unidas (que todavía se conocían por UNO (United Nations Orgazation)
habían condenado su régimen.
La organización
había votado para, además, castigar a Franco con la ruptura de todo tipo de
relaciones y, días después, se llevó a cabo la retirada de Madrid de
embajadores extranjeros.
El Caudillo, en
esa como en todas las ocasiones, pronunció una vibrante arenga, que concluyó
advirtiendo: “…el bravo e indoblegable espíritu español sabrá hacer frente a la
conjura judeomasónica, liberal, comunista y capitalista que acabaremos
derrotando, aunque tengamos que comer mierda”.
Un diario dio
cuenta de que un viejecito, que tapaba su calva con una desteñida boina y que
seguía el discurso desde la primera fila, levantó tímidamente la mano y
preguntó: “Mi general, ¿y habrá mierda para todos?.
La prensa que,si ahora está sometida a sus propietarios lo estaba entonces al gobierno
del régimen, destacó que en aquél acto de fervor incondicional, una gran
pancarta advertía: “Si ellos tienen UNO nosotros tenemos DOS”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario