lunes, 6 de julio de 2015

EL EMBROLLO GRIEGO Y EL TALENTO ANDALUZ



En éste planeta por cuya superficie pululan 8.500 millones de personas, solo ocho millones y medio sabemos instintivamente que un peine vale lo que el comprador pague al vendedor.
Los andaluces no tuvieron que perder tiempo formulando leyes de la oferta y la demanda. El valor de un bien o un servicio es el punto en que coincidan la avaricia del vendedor y la tacañería del comprador.
Y los griegos, que aprendieron en Andalucía algunos trucos cuando anduvieron por aquí poco después de que la tierra empezara a dar vueltas alrededor del sol, se creen los más listos.
¿Inventaron los griegos gastarse en langostinos los dineros por mediar en los despidos?
¿A qué griego se le ocurrió derrochar en juergas los millones que le habían dado para enseñar a trabajar?
¿Se le habría ocurrido a un griego que una compañía con experiencia en provocar catástrofes en explotaciones mineras gestionaría mejor una mina que sufrió ya esa catástrofe, que la compañía que no tuviera experiencia en esos menesteres?
Los griegos andan liados ahora porque deben un capital tan inmenso como el talento divino a unos insensatos que pretenden que se lo devuelvan.
Los acreedores (los que han prestado el dinero) quieren cobrar pero los griegos (deudores) dicen que no, por la simple razón de que la mayor parte de ellos dicen que no.
Que le encomienden la solución del pleito al gobierno socialista andaluz: una dádiva por aquí, un soborno por allí, una concesión a éste, un cargo a aquél y todo resuelto.
Lo que se llama talento.

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