viernes, 18 de septiembre de 2015

DEMOCRACIA PARA CUANDO NO HACE FALTA GOBERNAR



En éstos tiempos en los que agoniza una civilización basada en el esfuerzo colectivo impulsado por el más audaz de sus individuos ya se vislumbra la que la está reemplazando: la que confisca el fruto del esfuerzo individual para repartirlo entre los que lo estorbaron.
Es la supresión del individuo diferenciado para camuflarlo en la masa anónima, oficialmente estructurada por burócratas intercambiables y que se renueva mediante alianzas soterradas.
El líder coyuntural de los burócratas, de donde emana el poder que contamina a la pirámide social desde su ápice a la base, justifica su hegemonía en el consenso aparente por el que lo encumbraron y que, en realidad, logró mediante amenazas o chantajes contra sus teóricamente iguales.
La forma tradicional de organización de la sociedad se conocía por los nombres de autocracia, dictadura, o caudillaje y se identificaba porque el que ocupaba el ápice piramidal del poder no lo ocultaba, y hasta alardeaba de que era el que mandaba.
En la nueva organización, el que manda se disculpa hipócritamente por hacerlo y hasta lamenta que sus conciudadanos y dirigentes subordinados lo hayan obligado a cumplir el mandato que le dieron en las elecciones para que gobernara.
En situaciones normales, en las que la vida de las sociedades que administren discurran por el rutinario cauce de la evolución, gobernar es un pasatiempo placentero: basta con evitar rivalidades peligrosas o con satisfacer lo mejor posible las necesidades básicas de los gobernados.
¿Y si surge un acontecimiento imprevisto, como una amenaza exterior, o proclama su independencia una región del territorio?
En esos casos, ese sistema de gobernar que se sustenta en el respaldo de la mayoría de los votantes pierde eficacia: se rinda o conteste con la guerra a la amenaza de guerra, para una parte de los votantes se habrá equivocado.
Y, si deja que los separatistas se escindan perderá los votos de los que no estén de acuerdo con mutilar el territorio.
En definitiva, el sistema de gobernar a capricho de los votantes es un método eficaz solo cuando las decisiones gubernamentales no afecten a situaciones decisivas.
 Para cuando gobernar sea innecesario.    

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