viernes, 30 de octubre de 2015

IGLESIAS, CONSEJERO DE RAJOY



Pablo Iglesias, es un hombre fiel a sí mismo como demuestra  al presentarse en La Moncloa con la misma camisa con la que acude a una merienda campestre, y advertir  que no iba a oir lo que el presidente Rajoy se propone para remediar  el entuerto catalán, sino  a decirle al presidente cómo debe hacerlo.
A la arrogancia del visitante, el visitado debería hacer como que lo escucha evitando oir lo que le diga y, con la mayor cortesía que pueda simular, agradecerle sus consejos y prometerle que “tomará nota”.
Don Rajoy, si en vez de ser presidente del gobierno hubiera sido un señor honesto  y anónimo, habría podido contestar sin la cortesía de su cargo a la descortesía del visitante: que en su despacho no necesitaba jardineros ni mozos de cuerda.
Y, antes de que el coletudo desenchaquetado  se fuera, debería haber lamado al mayordomo (un palacio sin mayordomo no es palacio) y encargarle que le buscara empleo de albañil o recadero.
Y sobre todo que no se le ocurra a Rajoy hacer caso a los consejos que Iglesias le haya podido dar sobre cómo gestionar los asuntos españoles porque, si el todavía presidente del Gobierno de España lo hace, más nos vale pedir plaza en  alguno de los campamentos para muertos de hambre que la ONU tiene en Africa.

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