Han elegido a
Pedro Sánchez candidato de su Partido Socialista Obrero Español para la Presidencia del Gobierno y, como lo
han hecho por unanimidad, más de uno dirá que el procedimiento no ha sido
democrático.
Tan lejos de la
realidad como condenar por antidemocrática toda organización pública o sistema
gubernamental en el que nadie se oponga a lo que el que manda propone.
En los tiempos
anteriores a éstos del relativismo, cuando voz del pueblo era voz del rey, hacía
falta que todos creyeran que algo era verdad (consentimiento unánime) para asumirlo
como cierto.
Por eso, el sol
giraba alrededor de la tierra hasta que se descubrió científicamente que era la
tierra la que giraba alrededor del sol.
Después de que
fuera verdad lo que todos coincidían en que lo era, se rebajó la condición: es
verdad lo que la mayoría cree que es verdad.
Una condición
indispensable para aceptar como mayoritario a un grupo de personas es que haya
otro minoritario.
Sin discrepantes
de lo que sostiene la mayoría no es posible la democracia, una cosa
indescriptible que cada cual entiende como le conviene.
Desde entonces,
y hasta ahora, es verdad lo que la
mayoría cree que es verdad y, como para
que exista mayoría debe haber una minoría discrepante, la manifestación pública
de oposición es imprescindible para validar la democracia.
La historia
también avala la necesidad de oposición para que un sistema tenga el marchamo
de democraticidad.
En los regímenes
de Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Castro, Enver Hoxha o Kim Il Jung
no se toleraba la discrepancia y, por eso, no eran democráticos sino
dictatoriales.
Pero que la
ausencia de oposición, como se ha evidenciado en el congreso del PSOE,
signifique que una organización es dictatorial es una conclusión
interesadamente falsa.
La unanimidad es
síntoma de la democracia en su más sublime expresión porque si a nadie le
parece mal lo aprobado es porque a todos les parece bien, le conviene a todos.
¿O es que en el
congreso del PSOE había alguien que prefiriera un candidato distinto a Pedro
Sánchez y no lo propuso?
Si lo hubiera
hecho es impensable que el secretario general del PSOE hubiera mandado
fusilarlo. Todo lo más, si acaso, se habría olvidado de su nombre para
desempeñar algún bien pagado puesto.
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