Ha dicho el Papa
que no todos los musulmanes son malos, sino solamente los terroristas
musulmanes.
Pero hay
ocasiones en las que el sustantivo (musulmá) y el calificativo (malo) se
mimetizan de tal manera que entre musulmán y malo hay una transustanciación
similar al pan que se transmuta en carne o el vino que, sin dejar de serlo, es
también sangre.
Hay un mandato
compulsivo en el Islam: que el que no crea en su particular concepción de Dios
, es enemigo de su Dios y que el que no acate la verdad islámica por propia
voluntad debe hacerlo por voluntad de su Dios y por mandato de su Dios debe
morir como hereje.
¿Por qué es
hereje para los musulmanes el que no acepten a su Dios como Dios?
Porque todo
hombre, al nacer, nace musulmán y el que no profesa a lo largo de su vida la
pureza islámica es porque abjuró de ella para abrazar una fe falsa.
El hombre nace
musulmán según el Islam. Según el cristianismo, lo es desde que recibe el
bautismo y el judío lo es porque nace de madre judía y sigue puntualmente los
ritos prescritos para formar parte de la comunidad judía.
Así que, en la
esencia de su doctrina, todo el que después de nacer inevitablemente musulmán
profese otra creencia, es un hereje y, como tal, debe morir si rechaza creer.
El Papa
Francisco, que es doblemente sabio por la inflibilidad de su magisterio y
por argentino, en esto de terrorismo me
parece que no está muy puesto.
La diferencia
entre musulmanes y cristianos está clara para casi todo el mundo menos para el
Papa: el cristiano entrega su vida para conservar
su fé y el musulman le quita la vida al que no quiera aceptar el Islam como
única verdad.
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