sábado, 6 de agosto de 2016

EL PAPA, LOS MOROS Y LOS CRISTIANOS

Ha dicho el Papa que no todos los musulmanes son malos, sino solamente los terroristas musulmanes.
Pero hay ocasiones en las que el sustantivo (musulmá) y el calificativo (malo) se mimetizan de tal manera que entre musulmán y malo hay una transustanciación similar al pan que se transmuta en carne o el vino que, sin dejar de serlo, es también sangre.
Hay un mandato compulsivo en el Islam: que el que no crea en su particular concepción de Dios , es enemigo de su Dios y que el que no acate la verdad islámica por propia voluntad debe hacerlo por voluntad de su Dios y por mandato de su Dios debe morir como hereje.
¿Por qué es hereje para los musulmanes el que no acepten a su Dios como Dios?
Porque todo hombre, al nacer, nace musulmán y el que no profesa a lo largo de su vida la pureza islámica es porque abjuró de ella para abrazar una fe falsa.
El hombre nace musulmán según el Islam. Según el cristianismo, lo es desde que recibe el bautismo y el judío lo es porque nace de madre judía y sigue puntualmente los ritos prescritos para formar parte de la comunidad judía.
Así que, en la esencia de su doctrina, todo el que después de nacer inevitablemente musulmán profese otra creencia, es un hereje y, como tal, debe morir si rechaza creer.
El Papa Francisco, que es doblemente sabio por la inflibilidad de su magisterio y por  argentino, en esto de terrorismo me parece que no está muy puesto.

La diferencia entre musulmanes y cristianos está clara para casi todo el mundo menos para el Papa: el cristiano entrega su vida para conservar su fé y el musulman le quita la vida al que no quiera aceptar el Islam como única verdad.

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