En aquellos
tiempos en los que uno leía sin que la vista se le cansara, lo apasionó “Hitler
moves East”, que permitía seguir paso a paso los de cada una de las unidades
militares alemanas, con el respaldo tácito y táctico de su aliado soviético.
Nunca como
entonces fue tan evidente la división ideológica del mundo: los países de
izquierdas porque daban prevalencia a la igualdad sobre la libertad, aliados
contra los de derechas, porque defendían que la libertad debe prevalecer sobre
la igualdad.
En el palenque
en que se desarrolló aquel combate épico ganaron los partidarios de la libertad
y, sobre todo, un partidario de la igualdad que cambió de aliados a mitad del
conflicto: la Unión Soviética.
El pernicioso
igualitarismo, contradictorio con el individualismo de la libertad personal, ha
acabado marcando desde entonces la evolución del mundo.
Durante la
larga posguerra, se ha asentado la filosofía de que los ciudadanos tienen el
mismo derecho a beneficiarse de la aportación de todos al Estado, sin importar
lo que cada uno haya contribuido a ese fondo común que son los presupuestos estatales.
Es la igualdad
de derechos sin igualdad de obligaciones.
Lleva años
desarrollándose una nueva revolución también impulsada por la igualdad, aunque
no política ni social: religiosa.
Es el Islam,
que ha vuelto a Europa esta vez con intención de extenderse al resto del mundo,
para establecer una nueva división bipolar: la creciente de los musulmanes
contra la decreciente de los que ellos llaman infieles.
Libertad
cristiana contra igualdad islámica.
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