domingo, 15 de octubre de 2017

LO DE CATALUÑA

Estaba esta mañana pensando una vez más—siempre lo hago en el mismo lugar reservado en el que dicen que los judíos leen la Torah—sobre si la vida es un sueño para unos y una pesadilla para otros.
¿Cómo puede considerar la oropéndola lugar seguro para establecer su nido  la más bamboleante y elevada rama de un eucalipto?
¿Por qué las abubillas son felices al encontrar su sustento desmenuzando la cagada de un borrico?
¿Es la oropéndola más o menos animal que el conejo, que cava profundas madrigueras para resguardar de peligros a su camada?
Pues como los bichos, chispa más o menos, son las criaturas humanas que se conocen por ciudadanos cuando conciertan con otros de su ralea donde y cómo apandillarse.
¿Qué se cansan de vivir solos los de su misma sangre? Se organizan en tribu y, si la tribu les parece demasiado poco, se organizan en naciones para que el aumento de número les permita pelearse con ventaja contra tribus y naciones ajenas.
A esa ampliación se la conoce por sociedad ,que pasa de asociación de familias a la colaboración concertada con otras familias y pueblos afines.
Así que los pueblos que coinciden más en intereses y afectos que  con los que el conjunto de discrepancias es superior al de afinidades, se les llama naciones.
La plasmación de afectos y afinidades es palpable, sobre todo, en los momentos de conflicto extremo, en las guerras.
Por eso, cuando ya hace demasiado tiempo de que una guerra no enseñe las uñas al conjunto de pueblos que es la nación, el nexo de unión que es el peligro exterior se diluye y propicia la regresión a la tribu y la familia.

Es lo que da sentido al sinsentido que es el asunto de Cataluña.

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