Este
Puigdemont que tanto perturba nuestro sosiego espiritual desde el día aciago en
que por primera oímos su apellido, será todo lo cara que ustedes quieran pero
su ingenio es envidiable.
Vive como un
cura, y sin darle palo al agua, de lo que les saca a los ingenuos que creen que
es la divina garza con moña tornasolada.
¿Habría que
fusilar o meter en la cárcel al famoso fugitivo, del que todos hablan para
encomiarlo o denigrarlo?
No señor: es
mejor que la mandamasa a la que los
intrusos del gobierno han puesto al frente de Televisión, que por ser Publica
debería ser de todos, lo saque en un programa en directo de la medianoche a las
seis de la mañana.
--Oiga, pero
en un programa con ese horario nadie vería a Puigdemont ni oiría lo que dijera..
--Mejor. No se
trata de que lo vean sino de que los pocos que lo vieran pagaran con el
sacrificio de no dormir el mal gusto de verlo.
--Ah, bueno.
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