Más o menos
por el tiempo en que los políticos españoles estaban perpetrando la transición que
nos ha traído al vertedero político que es ahora España, vino por aquí Giulio
Andreotti.
Era una
reproducción tan exacta de lo que debió ser el zorro que Maquiavelo retrató en El Principe, que merecía haber sido el inspirador del protagonista,
y no Fernando el Católico que había muerto quince antes de su publicación.
--“En
España”—dicen que dijo Andreotti cuando se le pidió su opinión sobre la
transición de la llamada dictadura a la llamada democracia—“falta sutileza”.
¿Y qué es la
sutileza?
La habilidad
de dar a entender, sin mentir, que lo que es más blanco que la nieve es más
negro que la sotana de un cura.
Pues a una
cordobesa (los cordobeses son tan abiertos como su pronunciación de las
vocales) van y la mandan a que fuerce a los expertos en aliarse con el tiempo,
para conceder desde ayer lo que no les
conviene dar.
(Un suponer;
como mucho y solo si se acentúa la indolencia de los españoles, a Pedro Sanchez
le quedan como presidente del gobierno de España seis u ocho años y, a la
diplomacia vaticana, un mínimo de seis u ocho siglos)
Voy a hacer
una apuesta sabiendo que ganaré: si Sánchez consiguiera de El Vaticano lo que
al Vaticano le pide, será a cambio de algo que le interese más al Vaticano de
lo que a Sanchez le interesa sacar a Franco del Valle de los Caidos.
Al tiempo…
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