Unos decimos
hay que ver y otros dicen qué barbaridad, pero a nadie se le ha ocurrido hasta
ahora penitenciarse como expiación por consentir lo que de verdad importa, y
que nadie se ha atrevido a plantear:
Con un presidente
o presidenta de la Generalitat en Barcelona y otro en el extranjero, ¿entre
ambos se repartirán el mismo sueldo, o hay que pagarle un sueldo distinto a
cada uno de los dos?
Y es que los
que siguen echando cuentas en pesetas a pesar de que hace media vida que la
sustituyó el euro, se gastan los cuartos como si la nueva moneda no costara
casi 200 unidades de la antigua.
Si a lo que
tendremos que pagar los españoles por el sueldo de la presidencia de verdad de
los catalanes hay que sumarle la de mentirijillas, o los políticos dejan de
robar como hasta ahora han venido robando o habrá que poner España a la venta,
aceptando la exigencia del comprador: que la desalojen los actuales inquilinos.
Como un país es
más o menos como una finca, si España se tasara como un cortijo, que al fin y
al cabo es lo que es para sus señoritos los políticos, se podría vender por el
equivalente a 20 cosechas anuales que, en el caso de España, sería lo que
representa su Producto Interior Bruto,(PIB), un billón de dolares al año.
Serían 20
billones de euros a repartir no entre los habitantes actuales de España, sino
entre sus ciudadanos de derecho, para no tener que repartirlo con emigrantes ni
turistas.
Un pastizal. Con
lo que a cada uno nos tocara nos recibirían con charangas, panderetas y
wellcomes en cualquier lugar del mundo.
Todas las
fronteras de todos los países se levantarían para abrir paso al español que
llegara.
¿Por ser
español?
Por ser rico,
aunque fuera español.
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