Como quien no
quiere la cosa y sin ningún esfuerzo, uno se levanta a las diez de la mañana como
los demás días del año para percatarse poco más tarde de que el de hoy es un día
especial.
Como en el
Pesaj Seder, la Pascua Judía, uno se pregunta: ¿por qué este día es diferente
de los otros días?
Y después de
comprobar que el cielo esta raso como el ojete de un chivo, que debemos andar
por cero grados de temperatura porque no hace frío ni calor y que el bizcocho
sin azúcar que desayuno sabe igual que me supo ayer, llega a la conclusión de
que es mejor ignorar lo que, si lo supiera, podría disgustarme.
Como la
felicidad, el desconocimiento dura poco en la casa del pobre .Son los malditos
inventos del teléfono y del ordenador los sacacorchos que nos traicionan para
que el incómodo conocimiento fluya de la
apacible botella de la ignorancia.
Diferencia de
matices. Similitud de preocupaciones.
Un suponer: El
ABC publicaba el 28 de Mayo de 1943 un reportaje sobre los soldados alemanes
que en el frente ruso vivían un periodo de calma y abandonaban las armas para
dedicarse a tareas agrícolas.
(Eso explica
que un mes más tarde los rusos les dieran tal paliza en la Operación Ciudadela
(batalla de Kursk) que ya no pararían de correr hasta Berlin).
En definitiva:
que lo que diferencia al día de hoy del de ayer y del de mañana es que ahora no hay ni una mala disputa callejera
con la que entretenerse, aparte de las trifulcas de Oriente Medio que duran
desde antes de que de la nada se derivara todo.
El mismo
periódico, en su edición de hoy, 75 años más tarde, informa de que uno de cada
tres inscritos vota en contra de Iglesias y su compañera por el palacio que se
han comprado. (Lo que quiere decir que dos de cada tres votantes respaldan la
operación inmobiliaria).
Sin una mala
guerra cuya evolución sirva de entretenimiento, la gente disfraza su envidia
natural de moralina hipócrita.
Y que no
falten políticos que se nieguen a dimitir por muchos correligionarios que metan
en la cárcel, que aumenten los dirigentes de la famélica legión para que
planten flores en la tierra que posean y que, en vez rojas rosas, empuñen hoces.
Y ¿qué tiene
que ver tanta simpleza con lo de cumplir años?
Es uno de los
efectos derivados de la euforia por la habilidad con la que Sergio Ramos lesionó
al egipcio del Liverpool, para que el Madrid ganara una Copa de Europa más.
Y es que lo mismo las guerras que el fútbol o la vida,
lo importante no es cómo se negocia el triunfo sino cómo impedir que el adversario
gane, que el equipo contrario se lleve el
trofeo en juego o la manera de aprovechar la incomodidad de otro para lograr el
propio agrado.
¡A por los 76!
Si Dios
quiere.
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