jueves, 25 de abril de 2019

HAY QUE VOTAR AL QUE VAYA A GANAR


Estos derechos constitucionales a elaborar encuestas electorales y a difundir sus resultados deben ser de los económicamente más rentables.
Sobre todo en periodos preelectorales como los de ahora.
(Hay tal abundancia de elecciones en ésta España eternamente postfranquista que el de predecir resultados es el negocio más lucrativo, muy por delante del de la prostitución, los juegos de azar (con resultado manipulado o no) o los concursos de cocina).
Favorece la pujanza del negocio encuestativo la poca inversión requerida para su puesta en marcha: ni siquiera hace falta el tradicional pichón de los augures para, tomando como indicio lo que sus tripas demuestren que comió antes de morir, el que pague al augur sepa si va a morir de una indigestión o de hambre canina.
Y eso de las encuestas, ¿por qué?
Pues porque como el humano es el ser más desvalido, el gregarismo  es su aspiración que le permite desindividualizarse en la chusma para que los otros lo compadezcan cuando sufra o lo envidien cuando goce.
Las encuestas preelectorales sirven para que en ese dramático momento en el que el elector deposita su papeleta en la urna, opte por ser uno más de la mayoría ganadora o de la minoría predestinada a perder.
Y desde los terremotos tiempos de los romanos, a la gente les gusta ser más ganador que perdedor.
“Vae victis”,  advertían aquellos romanos tan sabios que todos hablaban de manera flúida en latín, avisando que los derrotados no se comerían ni una rosca.
Asi que ojito al que vaya a votar el domingo que viene: más le vale que acierte el partido que gane, si quiere la cerveza fría con la que brinde por la victoria DE LOS SUYOS.

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