Al
Papa Bergoglio, aunque parezca mentira, le pasa como a todos los que lo
antecedieron en esa dignidad: a unos les gusta más, a otros menos y a muchos,
nada.
Uno
no esta demasiado convencido de que haga falta un Papa pero la verdad es que
siempre lo ha habido (en ocasiones hasta tres simultáneamente) y la de salvar
almas, actividad mercantil a la que se dedica la empresa que dirige, es la más antigua que se conoce.
A
las críticas habituales a las que todos los que lo antecedieron fueron sometidos, a Bergoglio lo
acusan, además, de favorecer el separatismo catalán.
¿Y
tendrá fundamento esa sospecha?
Pues
más vale que no porque, si el Papado favorece el independentismo catalán, ya
puede España dar a Cataluña por perdida.
Y
es que la Iglesia es la organización institucionalizada y jerárquicamente
estructurada más antigua del mundo: dura desde que Santa Elena, madre del
emperador romano Constantino, indujo a su hijo para que no siguiera
persiguiendo a los cristianos.
Así
que, si el actual presidente del Consejo de Administración de la Iglesia, el
argentino Bergoglio, se empeña en que Cataluña sea independiente, independiente
será.
A
menos que el gobierno de España lo convenza (hechos son amores) de que la
Iglesia ganaría más si Cataluña siguiera integrada en España.
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