“As time goes by”, ese lamento de la memorable Casablanca a
la fugacidad del hoy y la perpetuidad del recuerdo, es aplicable a algo intangible
y efímero como la cadena de mentiras fugaces que es la política.
Porque esa obsesión
enfermiza que es la democracia, en la que se han enfangado los españoles
después de años de discutir asuntos trascendentales como eran el fútbol o los
toros, será pasajera y evanescente niebla matutina.
Pero, ¿y si no fuera
así y los españoles estuvieran condenados a la pena de democracia perpetua?
Sería una situación
de castigo insoportable para un pueblo que, de su sublime menester de elevar su
corazón a Dios para pedirle mercedes, pasaría a quejarse sin descanso de lo mal
que gobierne el piernas de turno.
Y a cifrar las menguantes
esperanzas en que la misericordia divina premie los sufrimientos de los españoles
con la más feroz de las dictaduras.
Dictadura pero por
elección democrática, ¿no?
Si no hay otro
remedio, que sea dictadura electiva.
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