Hay quien culpa a la corrupción hasta de los dolores que le provoca un zapato estrecho.
Y uno, que por algo es heterodoxo, pone en duda que sea cierto todo lo que la gente diga que es verdad.
Y hasta sospecha que la sistemática corrupción administrativa favorecería la economía y contribuiría decisivamente al logro de la felicidad de los ciudadanos.
Vamos a exponer un caso que distrae por estas semanas a la gente de mi pueblo y que, gracias a eso, ha dejado de temer a la gripe china que dicen que procede de las pachochas, conocidas por murciélagos.
La cosa está en que el dueño de unos solares que por el crecimiento del pueblo ya no están a sus afueras, se los ha vendido a alguien que quiere poner una gasolinera.
Y, como si fuera la primera gasolinera dentro del casco urbano de entre todas las ciudades del mundo, los vecinos dicen que hay que ver y que alguien se habría pringado para autorizarla.
¿Qué se hace? ¿Se deja como hasta ahora el solar para que lo aprovechen los gatos y perros del lugar para sus esparcimientos y guarradas?
¿Le ofrece la empresa gasolinera a los vecinos que protestan que les rebajará cinco centimos el depósito de gasolina como compensación a las molestias que van a sufrir?
¿Y si rifaran entre los que protestan un viaje a las Seychelles todo pagado?
En definitiva, que como decía un célebre militarote mexicano de los épicos tiempos de las Revolufias, “no hay enemigo que resista un cañonazo de 50.000 pesos”.
--Oiga, pero eso es corrupción.
--¿Y no es también corrupción prometer que si lo votan para presidente del gobierno subirá el salario mínimo u 5,8 por ciento?
No hay comentarios:
Publicar un comentario