Los que dirigen los
partidos de la conocida por derecha ignoran lo que los llamados de izquierdas
practican con éxito: que solo las promesas imposibles de cumplir ilusionan a
los votantes.
¿Hay mayor absurdo
que el de que todas las personas son iguales, a sabiendas de que es la unicidad
lo que define al individuo?
Y es que socialistas
y otros que es eso lo que propugnan saben que son pocos los que se conforman
con seguir siendo lo que son y se empeñan en emparejarse a los que son y tienen
más que ellos.
¿Mienten entonces
deliberadamente los llamados partidos de izquierdas?
Si decir a alguien
lo que está deseando oir es mentir, es por lo menos una mentira piadosa.
¿Quién va a dar su
voto al que lo incite a esforzarse más si quiere vivir mejor?
Es mucho más
cómodo esperar que el gobierno le quite parte de lo que tienen a los que tienen
más, para repartirlo entre los que tienen menos.
Y, a la hora de
valorar los votos, valen lo mismo los del votante que tenga más que los del que
tenga menos.
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