Añorados tiempos
aquellos en los que Dafnis y Cloe retozaban inocentemente despelotados, sin miedo
a que algún fotógrafo captara y vendiera sus explícitas imágenes a impúdicos
envidiosos.
Es lo que a un espectador
lejano le ocurre cuando lee losa pormenores de las triquiñuelas que los
políticos usan para ponerse las botas.
Y, a la hora de
indiscretas sinceridades, hablemos claro: ¿Es repulsa o envidia el sentimiento
que predomina en los sótanos sde nuestra alma cuando enjuiciamos lo que seguramente
hubiéramos hecho si hubiéramos tenido ocasión de hacer?
Hablemos por experiencia
propia y no ajena: A uno le entró el ansia por viajar a donde después viajó
leyendo a mitad del siglo pasado los relatos y descripciones de la colección “Desde
lejanas tierras”.
¿Qué para qué me
sirvió viajar por los lugares sobre los que en la infancia había leído?
Para comprobar que
lo único real de las películas sobre el Salvaje Oeste es el paisaje.
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