No es sabio por viejo sino porque la prudencia lo enseñó a rectificar los errores que cometió a lo largo de su vida.
Como ha vivido tanto y enmendado tantas equivocaciones, sus amigos conocen a Salomón Cabeza Sagaz por Alfonso Décimo.
Es tan sabio que sospecha que el apodo es una chanza y no un elogio.
Y sabe tanto que está convencido de que su sabiduría es insignificante comparada con su ignorancia.
Por eso, cada día se levanta dispuesto a admitir y enmendar un nuevo error.
Salomón, o Alfonso, sabe que el clima no ha dejado de evolucionar desde que el mundo es mundo y que el cambio climático es una perogrullada.
Le consta, por ejemplo, que al conocido como “Período Templado Medieval”, de los siglos X al XIV, siguió el “Período Glacial Parcial” de los siglos XVI al XIX.
El deshielo de los mares circundantes permitió en el siglo X a los vikingos colonizar Groenlandia, cuyo nombre en inglés es Greenland o Tierra Verde.
El último acto de los colonizadores de aquella isla, ahora inhóspita, del que queda constancia escrita, es una boda en la iglesia de Hvalsey, cuyas ruinas se conservan.
Durante el “Período Glacial Parcial”, en 1607 se celebró la primera feria del Támesis, en la que algunos osados londinenses patinaban sobre el río helado. En 1780 se pudo caminar sobre el hielo del puerto de Nueva York desde Manhatan a Staten Island; en 1700, el año de la primera batalla de Narva, se congelaron las desembocaduras del Ródano y el Tajo, y el Cuerno de Oro y el Bósforo sur, en 1622.
La ciencia achaca a oscilaciones de la intensidad de la actividad solar y volcánica los cambios del clima, aunque Ruddiman apunta que el hombre pudo influir en la prolongación de Período Glacial Medieval.
Según su teoría, las epidemias de peste que diezmaron la población del Hemisferio Norte despoblaron mucho terreno que, al quedar baldío, ocuparon los bosques y la reforestación natural resultante elevó el consumo de carbono atmosférico.
Algo así propaga en su campaña Alberto Arnoldo Gore (Cuerno), aspirante el año 2000 a la presidencia de Estados Unidos, derrotado por Jorge Walker (Caminante) Bush (Matorral), pero hasta esta mañana, Salomón Cabeza Sagaz desconfiaba de la teoría de la influencia humana como determinante del cambio climático.
Ha admitido su error al depertar helado, al recorrer su gélido piso y descubrir que una ventana que dejó abierta al acostarse era la causa de la polar temperatura.
La evidencia era tan palpable que está convencido ahora de que fue la influencia humana—su olvido de cerrar la ventana—la causa del cambio del clima del piso.
jueves, 30 de octubre de 2008
miércoles, 29 de octubre de 2008
EMIGRANTES
No puede ser la quimera de un paraiso improbable la que impulse a nadie a arriesgar su vida, embarcarse en un cayuco de maderamen mal emsamblado y motor achacoso, para navegar durante diez días por un mar extraño y embravecido.
Si la comida para la travesía es escasa, el agua insuficiente y hay que hacinarse en 30 metros cuadrados con otros 120 ilusos, mucho tiene que atraerlo el sueño que persigue.
O muy insoportable el infierno del que huye.
No los detiene el peligro del mar, la más que posible muerte en la travesía, la dificultad que saben que tendrán para el permiso de trabajo si llegan.
Ni la crisis económica de la que han oído decir que azota Europa los disuade de subir al cayuco o la patera.
Se siguen arriesgando no por llegar a una tierra extraña, sino por huir de la propia.
Vienen de paises en los que una insólita conjunción de los intereses de Estados Unidos y la Unión Soviética, los dos únicos que salieron más fuertes de la segunda guerra mundial que al comenzar la contienda, y los indujo a aunar esfuerzos para acabar con el colonialismo.
El propósito real de las dos superpotencias no era altruista, sino desplazar de sus colonias a las potencias coloniales europeas y sustituir con las suyas sus influencias.
Estados Unidos se escudaba en su romántico orgullo de primer país que se sacudió el yugo colonial europeo, en la guerra de la independencia de Inglaterra, la que más los enorgullece de las innumerables que han librado en sus 230 años de historia.
La Unión Soviética justificaba la ayuda a la independencia en motivos ideológicos: la aversión dialéctica del comunismo al colonialismo y al imperialismo y su devoción a la autodeterminación de los pueblos.
Lograron que pueblos, cuya evolución social y política correspondía a la de la Europa de la Edad Media, se saltaran los pasos intermedios de renacimiento, despotismo ilustrado y revolución industrial y cayeran, como paracaidistas desconcertados, en el sufragio universal.
Se sirvieron de cómplices locales ilustrados para conseguir sus fines y, como premio, los encumbraron como manijeros de sus intereses.
No podía fracasar el intento de los dos colosos y Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda,Portugal y España perdieron sus colonias y, desde entonces, alcanzaron cotas de prosperidad para sus ciudadanos que nunca hasta entonces habían conseguido.
En los nuevos paises independientes, sin embargo, el bienestar de sus pueblos se ha degradado progresivamente y, medio siglo después de su independencia, es menor que cuando los administraban las potencias coloniales.
Si hubiera una única excepción a esa regla general aceptaría feliz mi error y me alegraría de que la independencia haya contribuido a la felicidad de los pueblos antiguamente colonizados.
Si la comida para la travesía es escasa, el agua insuficiente y hay que hacinarse en 30 metros cuadrados con otros 120 ilusos, mucho tiene que atraerlo el sueño que persigue.
O muy insoportable el infierno del que huye.
No los detiene el peligro del mar, la más que posible muerte en la travesía, la dificultad que saben que tendrán para el permiso de trabajo si llegan.
Ni la crisis económica de la que han oído decir que azota Europa los disuade de subir al cayuco o la patera.
Se siguen arriesgando no por llegar a una tierra extraña, sino por huir de la propia.
Vienen de paises en los que una insólita conjunción de los intereses de Estados Unidos y la Unión Soviética, los dos únicos que salieron más fuertes de la segunda guerra mundial que al comenzar la contienda, y los indujo a aunar esfuerzos para acabar con el colonialismo.
El propósito real de las dos superpotencias no era altruista, sino desplazar de sus colonias a las potencias coloniales europeas y sustituir con las suyas sus influencias.
Estados Unidos se escudaba en su romántico orgullo de primer país que se sacudió el yugo colonial europeo, en la guerra de la independencia de Inglaterra, la que más los enorgullece de las innumerables que han librado en sus 230 años de historia.
La Unión Soviética justificaba la ayuda a la independencia en motivos ideológicos: la aversión dialéctica del comunismo al colonialismo y al imperialismo y su devoción a la autodeterminación de los pueblos.
Lograron que pueblos, cuya evolución social y política correspondía a la de la Europa de la Edad Media, se saltaran los pasos intermedios de renacimiento, despotismo ilustrado y revolución industrial y cayeran, como paracaidistas desconcertados, en el sufragio universal.
Se sirvieron de cómplices locales ilustrados para conseguir sus fines y, como premio, los encumbraron como manijeros de sus intereses.
No podía fracasar el intento de los dos colosos y Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda,Portugal y España perdieron sus colonias y, desde entonces, alcanzaron cotas de prosperidad para sus ciudadanos que nunca hasta entonces habían conseguido.
En los nuevos paises independientes, sin embargo, el bienestar de sus pueblos se ha degradado progresivamente y, medio siglo después de su independencia, es menor que cuando los administraban las potencias coloniales.
Si hubiera una única excepción a esa regla general aceptaría feliz mi error y me alegraría de que la independencia haya contribuido a la felicidad de los pueblos antiguamente colonizados.
martes, 28 de octubre de 2008
DEPRESIONES POLITICAS
Los responsables de verificar las causas de la baja de los trabajadores por cuenta ajena no se enfrentan, como temían, a una epidemia de fraudes.
Los motivos de su baja son genuinos, pero el absentismo laboral sigue aumentando.
Todos, con rara unanimidad, aducen una abismal depresión como razón de su incapacidad laboral transitoria, pero nadie acertaba a explicar de forma convincente el origen de su abatimiento.
El misterio lo ha resuelto el Gabinete de Altos Estudios del Espíritu (AEDE), regentado por el doctor Lionel Agretti, egresado de la Escuela Superior de Trastornos Espirituales,(ESTE), de Avellaneda, Buenos Aires, en la República Argentina.
El eminente científico, en su informe, llega a la conclusión final de que "la apatía que acusan los sujetos estudiados la origina su melancolía en grado crónico ante su manifiesta incapacidad de influir en las condiciones de su entorno".
--"Ché, si está"--protestó Agretti ante el desconcierto del máximo reponsable político cuando leyó su informe--"meridianamente diáfano".
En la versión de Pemán de la Antígona de Sófocles, Creonte dice: "busca un culpable que, si no lo eres tú, te sustituya". Los trabajadores han encontrado en su depresión el chivo expiatorio del estado catatónico en que han caido.
Y explicó:
En la dictadura, bastaba culpar a Franco para quedar absuelto de los males del entorno. La culpa era toda del Dictador porque mandaba en todo sin que los mandados pudieran impedir sus fechorías. Pero, ¿qué ha cambiado con la democracia?
--Que los gobernados no solo son cómplices--respondió a su pregunta retórica--de las trapisondas de los que ha elegido, sino los verdaderos culpables, por haberlos encumbrado.
Si la primera o la segunda vez que acudió a las urnas se equivocó, su error pudo achacarlo a caprichos del destino pero, ¿qué le ocurre al votante cuando comprueba que ninguno de los que votó hizo lo que de él esperaba, una vez en el poder?
Inevitablemente, descubre su ineptitud para escoger gobernante, la principal virtud de la democracia y la justificacion del Dictador para mantener su dictadura.
A la dictadura no quiere volver y en la principal responsabilidad de la democracia ha fracasado.
Resultado: la depresión que lo obliga a solicitar y obtener la baja laboral.
Los motivos de su baja son genuinos, pero el absentismo laboral sigue aumentando.
Todos, con rara unanimidad, aducen una abismal depresión como razón de su incapacidad laboral transitoria, pero nadie acertaba a explicar de forma convincente el origen de su abatimiento.
El misterio lo ha resuelto el Gabinete de Altos Estudios del Espíritu (AEDE), regentado por el doctor Lionel Agretti, egresado de la Escuela Superior de Trastornos Espirituales,(ESTE), de Avellaneda, Buenos Aires, en la República Argentina.
El eminente científico, en su informe, llega a la conclusión final de que "la apatía que acusan los sujetos estudiados la origina su melancolía en grado crónico ante su manifiesta incapacidad de influir en las condiciones de su entorno".
--"Ché, si está"--protestó Agretti ante el desconcierto del máximo reponsable político cuando leyó su informe--"meridianamente diáfano".
En la versión de Pemán de la Antígona de Sófocles, Creonte dice: "busca un culpable que, si no lo eres tú, te sustituya". Los trabajadores han encontrado en su depresión el chivo expiatorio del estado catatónico en que han caido.
Y explicó:
En la dictadura, bastaba culpar a Franco para quedar absuelto de los males del entorno. La culpa era toda del Dictador porque mandaba en todo sin que los mandados pudieran impedir sus fechorías. Pero, ¿qué ha cambiado con la democracia?
--Que los gobernados no solo son cómplices--respondió a su pregunta retórica--de las trapisondas de los que ha elegido, sino los verdaderos culpables, por haberlos encumbrado.
Si la primera o la segunda vez que acudió a las urnas se equivocó, su error pudo achacarlo a caprichos del destino pero, ¿qué le ocurre al votante cuando comprueba que ninguno de los que votó hizo lo que de él esperaba, una vez en el poder?
Inevitablemente, descubre su ineptitud para escoger gobernante, la principal virtud de la democracia y la justificacion del Dictador para mantener su dictadura.
A la dictadura no quiere volver y en la principal responsabilidad de la democracia ha fracasado.
Resultado: la depresión que lo obliga a solicitar y obtener la baja laboral.
lunes, 27 de octubre de 2008
ENVIDIA SUICIDA
Coinciden los que de medicina saben en que, cuanto más precoz sea el diagnóstico de una enfermedad, más probabilidades tiene el médico de curar al enfermo.
Los tertulianos radiofónicos, los contrincantes en debates televisivos y otros acreditados expertos en auscultar la evolución de los acontecimientos mundiales, coinciden también en el diagnóstico del enfermo que les preocupa: el mundo.
Y ninguno de ellos discrepa de que el mundo está enfermo, de que su dolencia más acuciante es la economía ni de que la evolución de la enfermedad ha entrado en una fase grave.
De la gravedad del enfermo es un indicio que hayan sido convocados precipitadamente a una sesión clínica en la capital del mundo los 20 especialistas de mayor prestigio de la humanidad.
Pero son reacios a que se les una el que, de entre todos ellos, mayor sagacidad y diligencia demostró en el diagnóstico.
Desde la pasada primavera, cuando todos insistían en que el mundo estaba más sano que una pera, el ahora postergado los alertaba avisándoles de que la crisis no solamente era patente, sino grave.
Lo acusaron de alarmista, de demagogo y como afirmaba que la crisis afectaba al mundo entero, no lo tacharon de antipatriota, sino de inhumano.Otros decían que su advertencia no tenía más fundamento que el de conseguir ventajas políticas y electorales.
Los colegas del sagaz precursor del certero diagnóstico de la enfermedad del mundo admiten a regañadientes ahora que tenía razón, pero mantienen la contumacia y no lo invitan a la sesión clínica de Washington.
No hay razones objetivas para esa exclusión, por lo que habría que achacarla a ruines resentimientos individuales y a su temor a que, si en las fotos que se publicarán y en los reportajes televisivos que darán cuenta de la reunión aparece entre ellos, el mundo entero apreciará su superior jerarquía y, en comparación, la insignificancia de los demás.
No lo invitan a que asista a la reunión de Washington, simplemente, por envidia.
Pero si ese sentimiento mezquino prevalece sobre la necesidad de contar con sus guía para el tratamiento de la enfermedad, que fué el primero en diagnosticar, el mundo está en peligro de muerte.
Y todo por la cochina envidia. Por una envidia suicida.
Los tertulianos radiofónicos, los contrincantes en debates televisivos y otros acreditados expertos en auscultar la evolución de los acontecimientos mundiales, coinciden también en el diagnóstico del enfermo que les preocupa: el mundo.
Y ninguno de ellos discrepa de que el mundo está enfermo, de que su dolencia más acuciante es la economía ni de que la evolución de la enfermedad ha entrado en una fase grave.
De la gravedad del enfermo es un indicio que hayan sido convocados precipitadamente a una sesión clínica en la capital del mundo los 20 especialistas de mayor prestigio de la humanidad.
Pero son reacios a que se les una el que, de entre todos ellos, mayor sagacidad y diligencia demostró en el diagnóstico.
Desde la pasada primavera, cuando todos insistían en que el mundo estaba más sano que una pera, el ahora postergado los alertaba avisándoles de que la crisis no solamente era patente, sino grave.
Lo acusaron de alarmista, de demagogo y como afirmaba que la crisis afectaba al mundo entero, no lo tacharon de antipatriota, sino de inhumano.Otros decían que su advertencia no tenía más fundamento que el de conseguir ventajas políticas y electorales.
Los colegas del sagaz precursor del certero diagnóstico de la enfermedad del mundo admiten a regañadientes ahora que tenía razón, pero mantienen la contumacia y no lo invitan a la sesión clínica de Washington.
No hay razones objetivas para esa exclusión, por lo que habría que achacarla a ruines resentimientos individuales y a su temor a que, si en las fotos que se publicarán y en los reportajes televisivos que darán cuenta de la reunión aparece entre ellos, el mundo entero apreciará su superior jerarquía y, en comparación, la insignificancia de los demás.
No lo invitan a que asista a la reunión de Washington, simplemente, por envidia.
Pero si ese sentimiento mezquino prevalece sobre la necesidad de contar con sus guía para el tratamiento de la enfermedad, que fué el primero en diagnosticar, el mundo está en peligro de muerte.
Y todo por la cochina envidia. Por una envidia suicida.
domingo, 26 de octubre de 2008
SEGUIDILLAS DE LA RISA Y EL LLANTO
La A-431, que une Córdoba con Sevilla, bordea las lomas de Sierra Morena siguiendo el curso del Guadalquivir por su margen derecha.
Al llegar a un nudo de reciente trazado que regula los accesos al nuevo y airoso puente de Palma del Río, sale a la derecha la CO-140 que lleva a Hornachuelos.
A un par de kilómetros de su arranque, e inmediatamente después de salvar las vias del AVE, nace un camino asfaltado que pasa por el cortijo de La Higuera, corre paralelo a un canal de regulación, deja atrás la presa de derivación de El Retortillo y, en el cortijo de Malapié, se topa con la carretera de Peñaflor a La Puebla de los Infantes.
Si hace ese recorrido al atardecer de un día de primavera, merece que pare el coche, encianda un cigarrillo, lo fume despacio sentado en la cuneta, mire y escuche.
En las lomas opacas
del campo en sombras
cogujadas medrosas
sus ducas lloran
y oculta en el secereto
de las acacias
insensible a ese llanto
la mirla canta.
Bajo el palio turquesa
del mes de mayo
hay lamentos y risas
de amor, mezclados.
Como nacen los cardos
en los senderos
y sus púas cobijan
la flor del trébol,
alegría y tristeza
trenzan las coplas
que en mi tierra lejana
del ansia brotan.
...................................
Al llegar a un nudo de reciente trazado que regula los accesos al nuevo y airoso puente de Palma del Río, sale a la derecha la CO-140 que lleva a Hornachuelos.
A un par de kilómetros de su arranque, e inmediatamente después de salvar las vias del AVE, nace un camino asfaltado que pasa por el cortijo de La Higuera, corre paralelo a un canal de regulación, deja atrás la presa de derivación de El Retortillo y, en el cortijo de Malapié, se topa con la carretera de Peñaflor a La Puebla de los Infantes.
Si hace ese recorrido al atardecer de un día de primavera, merece que pare el coche, encianda un cigarrillo, lo fume despacio sentado en la cuneta, mire y escuche.
En las lomas opacas
del campo en sombras
cogujadas medrosas
sus ducas lloran
y oculta en el secereto
de las acacias
insensible a ese llanto
la mirla canta.
Bajo el palio turquesa
del mes de mayo
hay lamentos y risas
de amor, mezclados.
Como nacen los cardos
en los senderos
y sus púas cobijan
la flor del trébol,
alegría y tristeza
trenzan las coplas
que en mi tierra lejana
del ansia brotan.
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sábado, 25 de octubre de 2008
PRODIGIO EN CORDOBA
Este esforzado cronista sabe que, a pesar de sus muchos méritos, su demanda de una estatua será inútil por culpa de la pertinaz sordera de la Humanidad.
Como contraste, y a pesar de su ruindad, Dios lo premió con tres hijas (Belén, Verónica y Rocío) y, hasta ahora, con cinco nietos (Miguel, Sofía, Juan, Pablo y Victoria). Sin merecerlos y sin pedirlos, son los mejores monumentos. Por eso cree más en la misericordia divina que en la justicia humana.
Los fines de semana, desde hoy, el blog se dedicará a la poesía. Abrel el soneto de alejandrinos--privilegios de la primogenitura-- de Belén.
Eran de oro y sangre en el Alcázar los rosales.
Los naranjos del patio umbroso, en la Mezquita,
enjoyaban de hojas de severa malaquita
el globo sombrío de sus copas ancestrales.
En su íntimo ovillo de calles medievales
sueña muda la judería sueños semitas
y un tenue aroma de albahaca excita
el desvelo sensual de doncellas virginales.
La Córdoba ayer mora y judía, hoy cristiana,
que el Gran Río cercena en campiña y en serrana
perfumó con su fragancia tu primer aliento.
En tu cuna, me busqué en ti, y presentía
las venturas que anunciaba ya tu nacimiento:
heraldo de Victoria, Miguel y de Sofía.
-----------------------
Como contraste, y a pesar de su ruindad, Dios lo premió con tres hijas (Belén, Verónica y Rocío) y, hasta ahora, con cinco nietos (Miguel, Sofía, Juan, Pablo y Victoria). Sin merecerlos y sin pedirlos, son los mejores monumentos. Por eso cree más en la misericordia divina que en la justicia humana.
Los fines de semana, desde hoy, el blog se dedicará a la poesía. Abrel el soneto de alejandrinos--privilegios de la primogenitura-- de Belén.
Eran de oro y sangre en el Alcázar los rosales.
Los naranjos del patio umbroso, en la Mezquita,
enjoyaban de hojas de severa malaquita
el globo sombrío de sus copas ancestrales.
En su íntimo ovillo de calles medievales
sueña muda la judería sueños semitas
y un tenue aroma de albahaca excita
el desvelo sensual de doncellas virginales.
La Córdoba ayer mora y judía, hoy cristiana,
que el Gran Río cercena en campiña y en serrana
perfumó con su fragancia tu primer aliento.
En tu cuna, me busqué en ti, y presentía
las venturas que anunciaba ya tu nacimiento:
heraldo de Victoria, Miguel y de Sofía.
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viernes, 24 de octubre de 2008
CUENTO SOBRE EL ORIGEN DEL ESTADO
Menos el de El Vaticano, todos los estados que cuentan algo son pluriurbanos lo que quiere decir, para entendernos, que su soberanía abarca a más de una ciudad.
Excepto los de Extremo Oriente, que están demasiado lejos, tienen todos el mismo origen y, hasta los de Asia se han formado de la misma manera.
Fue así:
Cuando el Imperio Romano se derrumbó, la cohesión que lo aglutinaba se disolvió y, salvo remedos efímeros de autoridad cosmopolita visigoda, el poder residual del estado quedó encerrado entre las murallas de las ciudades.
Eran las ciudades-estado.
Fuera de las murallas, eran los Dick Turpin, los Robertos de Langley, los José Marías “Tempranillos” y sus cofrades los que mandaban y se buscaban la vida quitándosela, junto a lo que acarreaban, a los que se aventuraban por su territorio.
Así que los que mandaban en las ciudades-estado, para proteger a los turistas, comerciantes, peregrinos y otros insensatos empecinados en ir de una ciudad a otra, tuvieron que organizar cuerpos armados que, durante el camino, los protegieran de los bandidos.
Esos escoltas comisionados por las ciudades fueron ensanchando su señorío a lo largo de los caminos, las ciudades formaron alianzas y acabaron controlando los territorios de lo que, con el paso del tiempo, llegaron a ser los estados que hoy conocemos por tales.
Así, poco más o menos, se formaron los actuales estados europeos. Los de América, Africa y Medio Oriente son imitaciones más o menos conseguidas de los de las metrópolis de las que fueron colonias.
Para la palabra “estado” hay definiciones que abarcarían un libro más gordo y casi tan disparatado como “El juego de Angel” así que, para no complicarnos la vida, digamos que el estado es el conjunto de los órganos de gobierno de los habitantes de un país soberano.
Aquellas patrullas armadas de la Edad Media, que fueron la primera piedra de las catedrales góticas en que han degenerado los actuales estados,todavía perviven, y su misión sigue siendo la de proteger a los viajeros que van de una ciudad a otra.
Ya los turistas, comerciantes y peregrinos no temen a los bandidos que puedan asaltarlos en su camino, sino a los agentes que el estado organizó para protegerlos. Y con razón:
Entre unos y otros se libra la guerra perenne entre la coraza y la flecha. La flecha son los radares de los que se sirven los policías para multar a los viajeros y, las corazas, los sofisticados aparatos de los viajeros para detectar y eludir los radares.
Si el estado se gastara en mejorar las carreteras una parte ínfima de lo que recauda por impuestos de combustible, matriculación, y otras gabelas que gravan a los automóviles, no tendría que castigar con multas a los automovilistas.
A lo mejor no invierten en carreteras para poder seguir poniendo multas.
Y los habitantes del estado, con carreteras adecuadas a los vehículos que conducen, se ahorrarían vidas y dinero, que podrían emplear en erigir alguna que otra estatua.
Excepto los de Extremo Oriente, que están demasiado lejos, tienen todos el mismo origen y, hasta los de Asia se han formado de la misma manera.
Fue así:
Cuando el Imperio Romano se derrumbó, la cohesión que lo aglutinaba se disolvió y, salvo remedos efímeros de autoridad cosmopolita visigoda, el poder residual del estado quedó encerrado entre las murallas de las ciudades.
Eran las ciudades-estado.
Fuera de las murallas, eran los Dick Turpin, los Robertos de Langley, los José Marías “Tempranillos” y sus cofrades los que mandaban y se buscaban la vida quitándosela, junto a lo que acarreaban, a los que se aventuraban por su territorio.
Así que los que mandaban en las ciudades-estado, para proteger a los turistas, comerciantes, peregrinos y otros insensatos empecinados en ir de una ciudad a otra, tuvieron que organizar cuerpos armados que, durante el camino, los protegieran de los bandidos.
Esos escoltas comisionados por las ciudades fueron ensanchando su señorío a lo largo de los caminos, las ciudades formaron alianzas y acabaron controlando los territorios de lo que, con el paso del tiempo, llegaron a ser los estados que hoy conocemos por tales.
Así, poco más o menos, se formaron los actuales estados europeos. Los de América, Africa y Medio Oriente son imitaciones más o menos conseguidas de los de las metrópolis de las que fueron colonias.
Para la palabra “estado” hay definiciones que abarcarían un libro más gordo y casi tan disparatado como “El juego de Angel” así que, para no complicarnos la vida, digamos que el estado es el conjunto de los órganos de gobierno de los habitantes de un país soberano.
Aquellas patrullas armadas de la Edad Media, que fueron la primera piedra de las catedrales góticas en que han degenerado los actuales estados,todavía perviven, y su misión sigue siendo la de proteger a los viajeros que van de una ciudad a otra.
Ya los turistas, comerciantes y peregrinos no temen a los bandidos que puedan asaltarlos en su camino, sino a los agentes que el estado organizó para protegerlos. Y con razón:
Entre unos y otros se libra la guerra perenne entre la coraza y la flecha. La flecha son los radares de los que se sirven los policías para multar a los viajeros y, las corazas, los sofisticados aparatos de los viajeros para detectar y eludir los radares.
Si el estado se gastara en mejorar las carreteras una parte ínfima de lo que recauda por impuestos de combustible, matriculación, y otras gabelas que gravan a los automóviles, no tendría que castigar con multas a los automovilistas.
A lo mejor no invierten en carreteras para poder seguir poniendo multas.
Y los habitantes del estado, con carreteras adecuadas a los vehículos que conducen, se ahorrarían vidas y dinero, que podrían emplear en erigir alguna que otra estatua.
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