Quien iba a decirle a Salomón que, tantos años después, iba a pasarse en blanco otra noche electoral norteamericana.
En las elecciones de 1968 y 1972 Salomón Cabeza Sagaz se ganaba la vida como corresponsal en los Estados Unidos y las exigencias del oficio lo obligaron a permanecer despierto.
Su testimonio de las victorias de Richard Nixon en ambos procesos electorales carecian de la precisión estilística, de la hondura analítica y de la amplitud panorámica de Theodore White en sus “The making of the President”correspondientes a esos años.
Pero las noticias, reportajes y crónicas de Salomón lo sacaron airosamente del paso y le permitieron comer el plan blanco y beber la cerveza amarga del exilio unos años más.
Pero el 4 de Noviembre de 2008, jubilado y sin más compromiso que el de aguantar hasta donde resista, tampoco pudo dormir.
No le quitó el sueño su interés, ni siquiera su curiosidad, por saber si Obama o McCain serían el próximo presidente de los Estados Unidos, sino una frivolidad todavía más intranscendente: un partido de fútbol.
Una especie de desazón interior, de desconcierto inexplicable, lo inquietó desde que, esperando que el partido empezara, la televisión anunció la alineación de los dos equipos.
En el inglés , el entrenador y cuatro de sus futbolistas eran españoles mientras que, en el español, el entrenador y nueve de los jugadores eran extranjeros.
Era inevitable el dilema que acabó en insomnio: su patriotismo español, ¿por cuál de los dos debería inclinarse?
En el duermevela de esos momentos ambiguos, fronterizos entre la noche y el alba, una pertinaz pesadilla se mezcló con su desconcierto futbolero como el aceite y el vinagre de una ensalada.
Soñó que el pueblo español clamaba y el gobierno accedía a que se declarara la guerra a los Estados Unidos por el triunfo electoral de Obama.
Cuando el automático del reloj despertador saltó a las diez de la mañana y se enteró de que se había hecho justicia y de que McCain había perdido, suspiró aliviado: los Estados Unidos no tendrían oportunidad de hundir escuadras españolas en Cavite y Santiago de Cuba.
Salomón ha renunciado al imposible de decidir si debería haber simpatizado con el club ingles o con el español, que terminó empatado a un gol.
¿Y Obama?
--Ese es otro cantar porque, su victoria le plantea el mismo problema al que tuvo que enfrentarse el senador Douglas Dillman.
El senador Dillman, presidente pro tempore del senado, de raza negra y protagonista de la novela de Irving Wallace “The Man”, llegó a la presidencia de Estados Unidos cuando el presidente y los tres que lo precedían para la sucesión, murieron en un accidente en Alemania.
El principal problema de Dillman, como puede que lo sea de Obama, es que sus decisiones se interpreten como determinadas por su raza.
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