Puede que sea democrático, pero no deja de ser injusto culpar de hacer lo que puede al que no lo dejen hacer lo que debe.
La injusticia roza el sarcasmo si lo que no dejan hacer al que hace lo que a los demás disgusta se lo impiden los mismos que lo culpan de que no lo haga.
No es un trabalenguas sino una enrevesada forma de describir lo que, una vez más, y va para cinco años que lleva intentándolo, le han vetado que haga al Partido Popular esta mañana del 29 de Enero de 2009.
Los de PP pretendían que el Presidente del Gobierno, su vicepresidente económico y el Ministro de Justicia distrajeran sus obligaciones de velar por el bienestar del país para explicar en el Congreso lo que están haciendo.
Se supone que es lo que los representantes de la oposición deben exigir, pero para que no pareciera un capricho, arguyeron la necesidad de esas explicaciones por el agravamiento de las ya ruinosas condiciones de la economía y la huelga inminente de jueces.
Su treta para que los tres esforzados gobernantes perdieran su tiempo, y después criticarlos porque no resuelven los problemas que más que a nadie los preocupan, les salió mal porque la Diputación Permanente del Congreso se percató de la aviesa intención de la maniobra y la rechazó.
Observadores neutrales de la actividad parlamentaria, que elogiaron la sagacidad de los representantes de los demás partidos al desenmascarar el ardid que una vez más intentaron los del PP, se admiraban de la tozudez de los Populares al insistir en la misma artimaña, pese a que la intentan sin éxito desde hace cinco años.
“No es culpa de ellos, sino de la educación fascista que recibieron. Si en los planes de estudio que siguieron”—comentó uno de esos observadores—“hubiera figurado como obligatoria la asignatura Educación para la Ciudadanía, habrían aprendido que la principal obligación de la oposición en una democracia es su consenso con el Gobierno”.
Un diputado del PP que oyó ese comentario intentó argumentar que la Democracia se fundamenta en el disenso y que son las Dictaduras las que no permiten las discrepancias, pero tuvo que retirarse abochornado por los abucheos.
El un rincón de la barra del bar del Congreso, en el que el abucheado del Partido Popular buscó refugio a la incomprensión de que se sentía víctima por el resto de los diputados, sólidamente apiñados contra los Representantes del único partido de la Oposición, se le oyó lamentarse:
--Somos oficialmente y queremos ser oposición, pero no nos dejan que lo seamos frente al Gobierno en el Congreso. Como en algún sitio tenemos que oponernos y no podemos más que dentro de nuestro propio partido, nos tachan de espías.
Absorto en su pesadumbre, del pecho del triste diputado se escapó un sonoro suspiro:
--Qué dura—se quejó—es la política cuando los que mandan son otros.
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