martes, 24 de marzo de 2009

ABORTO, CUESTION DE VOTOS

Desde su doble autoridad como impulsora del flamenco y ministra, Bibiana Aido ha conminado a las cofradías para que, cundo saquen sus pasos procesionales en Semana Santa, no mezclen religión y política.
Si la orden ministerial se cimenta en los conocimientos de la señorita Aido como Directora para el Desarrollo del Flamenco de la Junta de Andalucía habría que escucharla porque hay letras de esa oración cantada que es la saeta que contienen alusiones antisemitas claramente racistas.
Pero, por el contexto en que la ministra hizo su advertencia, no parece que hayan sido sus responsabilidades anteriores las que se la han inspirado, sino las que ahora desempeña como Ministra de Igualdad y timonel de la Reforma de la Ley sobre interrupción voluntaria del embarazo.
La Ministra reclama, pues, que una medida legislativa que está perturbando convicciones filosóficas, morales, éticas, biológicas, religiosas y demográficas profundamente enraizadas, se someta únicamente al escrutinio político que, en definitiva, es circunscribirla al cálculo electoral.
Es una concepción pragmática de la política que, desnuda de los grandilocuentes enunciados que pretendían ennoblecerla, deja al descubierto que el fin de la política, como parece entenderla la ministra de Igualdad, es conseguir el poder y, una vez logrado, conservarlo.
En el sistema que a Bibiana Aido le ha permitido ser ministra, al poder se llega logrando mayor número de votos que otros aspirantes, y nada mejor para eso que prometer a los votantes lo que los votantes quieran.
Los que ejercen la actividad política como la ministra Aido, saben lo que hacen cuando solo se preocupan de satisfacer a quienes tengan capacidad de votarlos: los que por imprevisión, desconocimiento o desgracia, no saben cómo librarse de un embarazo no deseado.
Para ellos, la legalidad del aborto y la reforma de su ley puede que sea una solución pero, ¿y si el feto fuera un ser humano desde el momento de su concepción?
En ese caso, será un ser humano víctima por no tener, como el padre que lo concibió sin querer y la madre que lo engendró sin quererlo, derecho al voto.

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