Si alguien dudaba de que no nos pueden ver y de que nos ningunean por envidia, que estudie la fotografía que evidencia el contubernio internacional contra España: El retrato en el que Obama y la Merkel le hacen empalagosas carantoñas a Nicolas Sarkozy.
¿Es que José Luis Rodríguez Zapatero es menos que el Presidente de Francia? Será para esos extranjeros insensatos e insensibles, porque una española racial, ecuánime y cosmopolita como Leire Pajín lo conceptúa como líder mundial.
Si nadie duda de la jerarquía de tan indiscutido prohombre, ¿por qué le rindan pleitesía a otro de menor rango intelectual, moral y político?
Está claro: el desmesurado halago al Presidente de Francia escondía la mezquina intención de regatear a la España de José Luis Rodriguez su supremacía moral, económica y política, galanteando a su vecino Sarkozy, que no pasa de alumno aventajado del español.
No era, pues, al eminente ciudadano José Luis Rodríguez Zapatero al que los tres políticos pretendían agraviar, sino a España, en la persona de su Presidente del Gobierno.
El pretendido agasajado y los descarados aduladores son cómplices en la afrenta y cada uno de ellos por razones particulares:
Obama está molesto porque Zapatero declina todas las invitaciones que insistentemente le formula el presidente norteamericano para que se entrevisten a solas.
Sarkozy sigue escocido por el propósito anunciado por el Presidente del Gobierno Español de conseguir que la economía española sobrepase a la francesa.
La inquina de Merkel es comprensible: todavía no ha digerido la derrota de la selección de Alemania, de robustos jugadores arios nórdicos, frente a los escuálidos y renegridos españoles, que le arrebataron la Copa de Europa.
Obama, además, nos envidia el tren de alta velocidad, la genial intuición del gobernante español al adelantársele en proponer la Alianza de Civilizaciones y su celo superior en la defensa de la concordia mundial.
La Merkel no perdona que los bares españoles sirvan la cerveza con tapas, y no a palo seco como en su país y Sarkozy ya desespera de conseguir su sueño de lidiar seis de Tulio en la Maestranza.
Hay que ser comprensivos y disculpar a Obama, Sarkozy y la Merkel porque, bien mirado, les sobran razones de resentimiento.
Pero que lo paguen con España y no con Zapatero, que ocupa la Presidencia del Gobierno por una cadena de caprichos del Destino, de la que es el más sorprendido.
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