Hay quien dice que Don José Blanco pretendía reavivar la polémica sobre la pobreza que en el siglo doce provocó tanta sangre, pero seguramente será otro infundio de sus adversarios.
Lo cierto es que, al propugnar que se pague el subsidio de 420 euros mensuales con impuestos adicionales “a las rentas más altas”, el ministro de fomento ha planteado, sin querer, la controversia sobre a quien se debe considerar rico o pobre.
La primera impresión es que está más cerca de los radicales medievales, que reservaban la calidad de pobres a los mendicantes, que de los más moderados que incluían a los sometidos a regla monacal y que se ganaban el sustento con su trabajo.
Es esta una época mediatizada por la ideología y la política, por lo que el ministro Blanco, preclaro ideólogo de su partido, considerará pobres a quienes dependen del Estado para sobrevivir y ricos a los que se ganen el pan sin recibirlo del Estado.
En definitiva, que “los pobres del mundo” que invoca el himno de su partido, son para Don José Blanco los que reciben subsidio de paro.
Como la ideología marxista del partido socialista de Don José Blanco y de sus parientes comunistas predica el monopolio estatal de todos los bienes de producción, el aprovechamiento ideológico de la actual crisis económica es obvio:
La izquierda, por coherencia, debe reducir el número de los que no necesitan al Estado para vivir, aumentando el de los que alimenta el Estado.
Hay, por tanto, que empobrecer a los ricos que se ganan el pan por su cuenta, para que, cuanto antes, alcancen la categoría de pobres que les permita acceder a los subsidios del Estado.
No es don José Blanco nada original porque hay precedentes de esa política en la historia de la Humanidad.
Uno de sus tocayos más ilustres, Don José Stalin, se cargó a los kulaks, los campesinos que cultivaban sus pequeñas propiedades, vivían de ellas y alimentaban con sus excedentes a quienes se los compraban.
Mató directamente o por deportación a diez millones de esos campesinos, pero logró que toda Rusia pasara hambre.
Más cercano en el afecto, ya que no en la distancia geográfica, es el caso cubano donde prohibieron a los hortelanos—muchos de ellos de origen chino—que siguieran cultivando sus huertos, gracias a lo que la población cubana anda desde hace 50 años haciendo trampas con las cartillas de racionamiento.
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