José Luis Rodríguez Zapatero y yo somos los únicos españoles que sabemos que el voto de un delincuente vale lo mismo que el del juez que lo condena y que, por cada juez, hay millares de malhechores.
Por eso Zapatero procura el respaldo de los más, sin preocuparse de que lo rechacen los mejores.
Zapatero rentabiliza el conocimiento que compartimos ganando elecciones y yo lo malgasto aullando contra la actual kakistocracia, el gobierno de los peores, y abogando por la aristocracia, el de los mejores.
(Que no me muerdan los progresistas de diseño. Me avalan ejecutorias de peón y artesano y haber sido el primero de mi familia que se ganó el pan sin que el esfuerzo físico lo hiciera sudar).
El gobierno de los mejores que reclamo es el de los que por su esfuerzo, talento y honradez merezcan el reconocimiento de su autoridad por quienes prefirieron no esforzarse, cultivarse ni respetar la ley.
Los que más ganarían si el voto de los mejores tuviera más valor serían los ciudadanos comunes, a los que esta democracia responsabiliza de que decidan lo que no saben si les conviene, con la misma suficiencia que los expertos.
¿Qué a qué viene esta soflama filosófíco- política?
Viene a cuento de una de las envidiablemente brillantes “Crónicas Bárbaras” (http://cronicasbarbaras.blogs.com), de Manuel Molares en la que, con la maestría de mi optimista amigo, vaticina que la fotografía de las niñas de Zapatero podría marcar su declive electoral.
Como hubiera hecho Plutarco, traza el paralelismo entre las niñas góticas de Zapatero y la sobreexposición de lujo ostentoso en El Escorial, cuando la boda de la niña de José María Aznar, al que Zapatero sucedió.
Me temo que el actual Presidente conoce mejor que su antecesor lo que mueve a los electores al depositar su papeleta.
Rechazaron a Aznar por el derroche pretencioso que los escandalizó porque no podrían nunca imitarlo y seguirán respaldando a Zapatero porque la fotografía de Nueva York demuestra que se enfrenta y cede ante los mismos problemas a los que ellos tienen que enfrentarse y ceder.
¿Qué padres españoles no tienen que resignarse a que sus hijos vistan de manera estrafalaria por mucho que les disguste?
¿Qué hijo o hija que con su atuendo extravagante reclama su derecho a una identidad propia y distinta de la de sus padres, no agradecerá la comprensión de Zapatero al aceptar el look de sus hijas?.
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