martes, 6 de octubre de 2009

RAJOY, SOSTEN DE ZAPATERO

¿Qué necesidad tiene el socialista José Luis Rodríguez Zapatero de gobernar con eficacia si la evidente ineptitud del popular Mariano Rajoy como jefe de la oposición lo acredita como el menor entre dos males?
Mucho hay que esforzarse para no parecer claramente mejor que Zapatero, pero Rajoy lo consigue sin aparente esfuerzo, quizá porque sea cierta su fama de indolente.
Al líder del principal partido de la oposición lo mima y lo fustiga la caprichosa fortuna. Llegó a esa posición de privilegio porque quiso su antecesor. El más salvaje atentado en la historia de España dos días antes de las elecciones evitó que las ganara.
Volvió a sonreírle la suerte porque a la desastrosa gestión del gobierno en su primera legislatura se añadió en la segunda una virulenta crisis, gestionada por Zapatero para empeorarla y no para remediarla.
Es razonable que los electores duden que Rajoy pueda sacar al país del embrollado atolladero económico, si no es capaz de poner orden en su propio partido.
La suerte y su manifiesta pasividad frente a los escándalos por corrupción que sacuden al Partido Popular indican que Rajoy carece de la determinación precisa para sajar una herida purulenta.
¿Es preferible lo malo (Zapatero) conocido que lo peor (Rajoy) por conocer?
Es cierto que en este sistema político son los gobiernos los que pierden las elecciones y no la oposición la que las gana, pero quien quiera gobernar debe parecer que, si no más eficaz, no es mucho menos inepto que el que gobierna.
El bien de la Patria, que se decía en la denostada etapa fascista, es un concepto del pasado, imposible además de cumplir cuando cada año, como ocurre en España, el que gobierna tiene obligación de ganar alguna elección, siempre decisiva. Se gobierna para ganar elecciones, no para resolver problemas del presente y eludir los del futuro.
El objetivo prioritario—que popularizó mi admirado Luis María Anson—del político de la España actual es ganar los siguientes comicios. Resolver los problemas de la gente es solo un método, engorroso y complicado, de ganar elecciones.
El triunfo electoral se consigue más fácilmente demostrando que elegir al contrincante es más arriesgado. Zapatero lo sabe y Rajoy no. O posiblemente no quiera saberlo porque lo obligaría a tomar decisiones y poner orden en su partido, para que lo crean cuando promete poner orden en el país.

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