domingo, 1 de noviembre de 2009

RAJOY, SANSON

Mariano Rajoy terminó Octubre renunciando a ser el paciente Job y empezará Noviembre encerrándose con los filisteos y dispuesto a ser el melenudo Sansón.
Demasiado tiempo tardó en crecerle la cabellera de la audacia que le rapó la Dalila de la indolencia, y los filisteos del Partido Popular se le han subido a las barbas.
Si sigue la trayectoria bíblica que insinuó, va a necesitar zamarrear las columnas bajo las que se cobijan los díscolos componentes del Comité Ejecutivo, y perecer junto a ellos para salvar a su partido.
El anuncio con una semana de anticipación de que quiere meterlos en cintura fue un doble dislate táctico de Rajoy porque alentó expectativas que será incapaz de satisfacer y porque alertó y escurrirán el bulto quienes temen el rigor de la disciplina.
Es Rajoy, y una vez más lo ha demostrado, un ser cándido e ingenuo que todavía no se ha percatado de que la política no es ocupación de caballeros, sino de truhanes avisados.
Es el Presidente del Partido Popular un calé que sigue sin darse cuenta de que entre la tropa a la que pretende dirigir no vale la buenaventura.
Porque, ya me dirán: Si le da la razón a Gallardón y sus paniaguados, se la quita a Esperanza Aguirre y los suyos.
Si perdona a los Costa, irrita a Camps y si es al presidente de la Generalitat de Valencia al que respalda, se enemista perpetuamente con sus detractores.
La osadía a la que se ha comprometido dejará descontentos a todos y a ninguno satisfecho. Y es que el político que pretende guiar y conducir tiene que conocerse a sí mismo mejor que a los que quiera liderar y Rajoy es titubeante y poco osado.
La trayectoria política y vital de Rajoy lo empuja al laissez faire, laissez passer una expresión que en castellano equivale a quedarse tranquilo como el Braulio y que hasta ahora ha practicado, naturalmente sin esfuerzo.
Con tanto éxito lo ha hecho que ha conseguido tener que enfrentarse a todos los adversarios al mismo tiempo, lo que hubiera evitado si los hubiera ido despachando uno a uno, y a medida que enseñaban la cresta.
En el pecado lleva la penitencia porque Mariano Rajoy tendrá que arriesgarse el martes a ser Sansón, por haber sido Job durante demasiado tiempo.

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