Esta Andalucía que juega eternamente a las siete y media porque se pasa o no llega, padece una más de las arbitrariedades del Todopoderoso: hasta hace quince días corría peligro de convertirse en un páramo yermo y es ahora una ciénaga pantanosa.
Y no vale echarle la culpa al gobierno de la Junta porque los socialistas de Griñán, que mandan tanto como cuando desgobernaba Chaves, saben aprovechar la sartén de la que no sueltan el mango, pero en el tiempo atmosférico todavía no tienen jurisdicción.
Si hubiera que pedirle cuentas a alguien del abuso de lluvias que ha sucedido a la sequía pertinaz de los últimos meses, habría que reclamarle a quien tenga vara más larga que los políticos o que el propio rey.
Digámoslo sin rodeos: llueve desaforadamente desde hace dos semanas porque Dios quiere y, si Dios lo quiere, por algo será. Nada escapa a la voluntad divina que es inescrutable, pero no caprichosa.
Como la sequía que la precedió, los 400 litros por metro cuadrado derramados sobre el Valle del Guadalquivir en las últimas dos semanas obedecen a un castigo de Dios.
Prueba de ello es que llueve indiscriminadamente, en lugar de hacerlo sobre los embalses y pantanos, que es donde debería llover. Diluvia a todas horas, y no solo por la noche para que el murmullo anestésico de la lluvia y el golpeteo monótono de los canalones arrulle el sueño de los andaluces.
Puede que en el pecado de abusar del paisaje lleven los andaluces la penitencia de éste cambio climático, del que tanto han oído hablar sin que su aguzada inteligencia les haya permitido entender.
Yo he sido testigo de la fechoría de un desaprensivo que arrojó en un contenedor de residuos orgánicos un envase vacío de vidrio y me consta que algunos sobrepasan en dos o tres kilómetros por hora la velocidad máxima permitida para circular por carreteras comarcales.
Afortunadamente, los habitantes de ésta tierra están entrenados para sufrir desgracias. Padecieron sin rechistar la ocupación sucesiva de romanos, bárbaros, musulmanes, castellanos, turistas e ingleses que, como son tan raros, no pasaron de la raya que trazaron en Gibraltar.
Que la salud no falte, porque a estos de la sequía y la lluvia seguirán otros contratiempos en el 2010 que ya llama a la puerta.Habrá que resistirlos.
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