Los europeos están cabreando a Marruecos sin darse cuenta de con quién se juegan los cuartos.
Por fortuna, el ministro marroquí de Comunicación, Jalid Naciri, tiene más paciencia que el Santo Job, que para los moros es el profeta Ayub, y le ha dado una última oportunidad a los entrometidos europeos.
Naciri advirtió al Parlamento Europeo que “le interesa ayudar a Marruecos a construir su democracia y no a crearle dificultades”.
En conversación con periodistas españoles, el ministro Naciri avisó—y el que avisa no es traidor—“que supondría un problema muy serio la presentación en el Parlamento Europeo de una resolución desequilibrada” para Marruecos.
Lo que no quiere el moro Naciri es que el Parlamento debata una resolución que apoye el regreso de Aminatu Haidar a su casa del Sahara Occidental de donde fue expulsada por declararse saharaui y no marroquí.
El Sahara Occidental es un territorio sobre el que Marruecos reclama una soberanía que la ONU no reconoce, al no haberse completado el proceso de descolonización emprendido por España, la potencia administradora.
Un acto de violencia marroquí, la marcha verde impulsada por Marruecos aprovechando un vacio real de poder en España por la agonía del dictador Franco, forzó al abandono del territorio, tras la firma de los Acuerdos de Madrid.
Marruecos y Mauritania ocuparon el Sahara que ocupaba España, que sin embargo carecía de capacidad para ceder administración o soberanía a las dos potencias ocupantes.
La anexión del Sahara Occidental a Marruecos como sus “provincias del Sur” que reivindica el Rey Marroquí no la reconoce ningún Estado “ya que ello implicaría el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental”, según el Informe del Secretario General de la ONU del 19 de Abril de 2006.
Como su ocupación en 1975, Marruecos recurre a los hechos para negar o autorizar a la saharaui Aminatu Haidar su derecho a entrar o salir de su tierra.
A los hechos y, por boca de Jalid Naciri, a argumentos de peso: a la Union Europea le conviene mas en el Magreb “un interlocutor como Marruecos” que “unos aventureros” como Argelia y el Polisario.
Ahí puede que lleve razón el ministro moro aunque la elección del mal menor no es, necesariamente, la única alternativa posible.
Lo que Europa y el mundo no moro deberían decidir es si necesitamos más a los moros de lo que los moros nos necesitan a nosotros.
Si el primero fuera el caso, habrá que aguantarlos y capear el temporal pero si podemos pasar sin ellos, cada uno en su casa y Dios en la de todos. Que los moros se queden en la morería y, si alguno asoma el turbante por aquí, que se tope con el Guerrero del Antifaz, que sabía cómo tratarlos
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