Dice Joaquín Leguina, cuya indómita coherencia tanto irrita a los dogmáticos de su Partido Socialista, que la “propaganda sectaria” de que los votantes del Partido Popular—la mitad de los españoles—prefieren el franquismo es “una barbaridad y un disparate”.
Que no se alboroten los que puedan sentirse concernidos por la admonición de Leguina porque más les valdría que, de preocuparse por algo, lo hicieran porque sean ellos los que aciertan al afirmar que la mitad de los españoles actuales prefieren el franquismo.
Su correligionario Joaquín Leguina, funcionario del Estado como estadístico facultativo del Instituto Nacional de Estadística, podría echarles una mano:
De los 34.037.849 españoles censados en 1970—faltaban cinco años para que Franco muriera—18.740.000 tenian menos de 40 años de edad por lo que, con suerte, todavía habrían tenido edad para votar y, de acuerdo a la participación de las elecciones de 2008, 14.200.000 lo habrían hecho.
Si el 40 por ciento hubiera votado a Mariano Rajoy, como candidato heredero del franquismo según los socialistas dogmáticos, el aspirante de los recalcitrantes nostálgicos de la Dictadura habría obtenido 5.600.000 de esos votos.
Lo malo es que el Partido Popular, en 2008, obtuvo 10.169.973 votos, casi el doble de los que le hubieran correspondido si hubiera sido la añoranza de Franco la que movió la mano que depositó sus papeleta en la urna.
En definitiva, que el crecimiento demográfico de España, de 1970 a 2008 fue del 27 por ciento mientras que el de los votantes franquistas—con Franco muerto y enterrado—fue del 47 por ciento.
Si la tendencia se mantiene,-- y puede que el empeño de los dogmáticos zapatéricos ayude a que se acentúe—dentro de 20 años, España volverá a las rutas imperiales que, con reediciones de cartillas de racionamiento como nuevos libros rojos maoistas, nos marcó el Caudillo.
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