Una pandilla de desaprensivos, emboscados en emisoras de radio y televisión, ha desencadenado un ataque contra el idioma que se conoce en todo el mundo como español, menos en España donde se le llama castellano.
El éxito inicial de la ofensiva contra la lengua española ha sido fulminante: aunque comenzó hace pocas semanas con el empleo experimental de “retomar”, ya casi nadie emplea los verbos “seguir”, “continuar”, “reanudar”, “reiniciar” o, “volver a empezar”.
Si, como parece probable, “retomar” desplaza y sustituye a verbos de significado similar que se empleaban en español antes de la campaña, otras expresiones ajenas sustituirán a las tradicionales hasta que el castellano, conocido por español en el resto del mundo, desaparezca.
Son los tertulianos e informadores políticos los paladines de la campaña porque usan “retomar” invariablemente cada vez que tienen que decir que se han reanudado contactos, se han reiniciado conversaciones, algún tribunal sigue deliberando o vuelven a empezar negociaciones aplazadas.
Dirán que lo hacen inadvertidamente, pero hasta el más candoroso tiene que sospechar que en la maniobra hay gato encerrado. Para descubrir al instigador de la conjura, nada mejor que contestar a la pregunta clásica ¿Cui prodest? ¿a quien beneficia?.
Evidentemente, a otros idiomas extranjeros y, si tenemos en cuenta que “retomar” es una mala traducción literal de “to retake”, el instigador de la campaña contra el idioma español no puede ser otro que el imperialismo norteamericano.
En España, la gente “toma” desde tiempo inmemorial, unas veces vino—lo que no es malo si se hace con moderación—y otras se va uno a tomar, si alguien lo manda, generalmente en tono soez.
Pero retomar es un refocile del tomar, un ensañamiento, algo impropio del moderado y austero carácter español. Cosas de extranjeros, abominación.
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