Un lunes de principios de mayo de 1965 Carlos Mendo le planteó a Manuel Fraga que, para que EFE se transformara en Agencia Internacional, necesitaría libertad para competir sin desventaja con las que ya copaban el mercado mundial de noticias.
Tres semanas más tarde, cuando el ministro aceptó el argumento y lo nombró director gerente, Carlos Mendo acometió la tarea que ha llevado a EFE actualmente a convertirse en la cuarta agencia de noticias del mundo.
Aplicó el manual que había aprendido en United Press International, de la que fue el primer director español para España y Portugal: delimitar información y opinión.
Hasta entonces, los textos informativos en la prensa española se aliñaban y entremezclaban con las opiniones del periodista por lo que, inevitablemente, la noticia se editorializaba y hacía caer al lector en la trampa de confundir hechos con deseos.
Mendo hizo de EFE—al principio en su Servicio Exterior y posteriormente y por contagio en todas sus redacciones—una maquinaria informativa técnicamente neutra e ideológicamente imparcial.
Eran imperativos del mercado, porque el servicio de EFE debería ser aceptable tanto para el conservador “Novedades” como para su competidor izquierdista de la capital mexicana “Excelsior” y sus noticias las publicaba tanto el anticastrista “Diario de las Américas” de Miami como el castrista “Gramma” de La Habana.
Sin la asepsia ideológica que Mendo enseñó a los jóvenes españoles que envió a todo el mundo como corresponsales de la Agencia Internacional EFE, hubiera sido más complicado implantar en España la libertad informativa que permitió la democracia.
Carlos Mendo ha muerto este lunes 23 de Agosto y, al menos para los que lo quisimos y admiramos, ha sido una conmoción. Inmediatamente después de oir la noticia de su muerte en el noticiero radiofónico de las seis de la tarde, mi teléfono no dejó de sonar. Eran llamadas de gente que, como yo, aprendimos de su magisterio y nos asomamos al mundo al que él nos envió.
Sin opiniones discrepantes: como a mí, recién llegado de Lisboa, le conmovió la noticia a Celso Collazo, desde su lecho de enfermo en la sierra de Madrid, a Manolo Molares, medio tullido por un dolor inoportuno de cervicales en su Galicia, o a Jesus Manso, que desde Valladolid compartió conmigo la pena por el maestro ido.
Carlos Mendo era una gran periodista (permítaseme decir que el mejor informador que yo he conocido en mi ya larga y terminada carrera a la que me indujo) y, sobre todo, un hombre bueno, noble y sin dobleces.
Otros han recolectado lo que sembró, pero me temo que pocos puedan, como Carlos Mendo, decir que compitió en una buena competición y que alcanzó la meta sin hacer trampas. Envidiable.
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