Si la Junta de Andalucía fuera tan coherente con sus ideas como dadivosa con el dinero que derrocha, me daría los sesenta mil duros con que va a compensar a las mujeres víctimas del franquismo por raparlas o ricinarlas.
Bibiana Aido, una cachorra de la Junta, es ministra de Igualdad ¿por qué el gobierno que la prohijó nos excluye a los varones de la reparación tardía pero justa que ha dictado para las mujeres, si los hombres sufrimos bajo la despótica tiranía totalitaria del franquismo los mismos agravios?
Hasta el año 1950, y de manera sistemática, a los niños andaluces nos pelaban al cero cada año y, aunque decían que era para librarnos de los piojos, el motivo era otro: enmendar nuestras balbuceantes veleidades democráticas.
Al agravio del rapado se añadía el ultraje del ricino, con que el fascismo decía que nos purgaban por haber abusado del aceite en los hoyos de pan pero que, de hecho, era un estímulo espurio para alcanzar a Dios gracias al Imperio.
Como hay mucha mala uva en Andalucía—a pesar de lo cual podemos presumir con orgullo de la manzanilla, los finos, los moriles-montilla o los pedro ximenez entre otros—no falta quien acusa a la Junta de encubrir motivos electorales en la concesión de los 1.800 euros por los desagravios de las mujeres víctimas del franquismo.
Si esa fuera la razón de la medida, sería incompleta: muchos otros hombres,-- tan hombres como yo o más porque son más jóvenes--, estaríamos dispuestos a votar al Partido Socialista si nos da 1.800 euros (al contado, en billetes y en el momento de depositar la papeleta) en las próximas elecciones.
No solo ganaríamos sesenta mil duros, sino que nos convenceríamos de que esto de la Democracia sirve para algo.
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