lunes, 18 de octubre de 2010

RAFAEL VELASCO, VICTIMA DE LA ENVIDIA

Si escandalizarse es mostrar indignación por conductas o hechos reprobables, el escándalo de las subvenciones a la academia de la que Antonia Montilla es administradora única se debe a que su marido es Rafael Velasco.
Buenos muchachos ambos, de excelente conducta personal, simpáticos, serviciales, orgullo de sus familias de honestos trabajadores de Palma del Río, el pueblo del Valle del Guadalquivir en el que, a pesar de la notoriedad regional y nacional adquirida por sus éxitos profesionales, conservan el afecto de los amigos de infancia.
Quien se dice escandalizado puede que exprese ese descontento de forma real o que finja su indignación, en cuyo caso no sería más que un disfraz de la envidia.
Y el ascenso de Rafael Velasco Sierra en la escala social ha sido tan vertiginoso que, quienes hubieran querido y no lograron éxitos como el suyo, puede que lo envidien.
A sus 37 años de edad y sin la plataforma económica, social o académica que le habría facilitado elevarse por encima de sus iguales, es el vicemandamás del Partido Socialista Obrero Español de Andalucía, que pincha y corta, hace y deshace en la Comunidad Autónoma desde que se inventó ese invento en 1978.
Los andaluces somos muy raros en esto de los sentimientos. Nos choca que le den una subvención de 730.000 euros a la academia de la mujer del político más prometedor de Andalucía, pero exigimos subsidios a toda actividad empresarial que pretendamos echar a andar.
En Andalucía, con un paro del 27 por ciento-- excedería del 30 sin triquiñuelas contables—el estudio decisivo previo a la constitución de una empresa es el de las subvenciones que podría obtener.
La de Toñi Montilla, la esposa de Velasco, ha debido ser una de las más arriesgadas porque fundó “Aulacen Cinco S. L” con un capital social de 3.020 euros y la Junta de Andalucía, aunque le haya concedido 730.000 euros, solamente subsidió el 80 por ciento del costo de los cursos que impartía.

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