Se pasan la mitad de su jornada laboral culpando al Partido Popular, que hace más de seis años que dejó de gobernar, de los errores que cometen desde que empezaron a gobernar hace más de seis años.
La otra mitad la emplean en desmentir, matizar, corregir e interpretar lo que ha dicho alguno de sus colegas de gabinete.
Son los ministros de José Luis Rodríguez Zapatero quienes, como el jabón o el hilo negro, sirven para la ropa.
Pero como el Presidente del Gobierno emplea el jabón para zurcir descosidos y el hilo negro para limpiar lamparones, ninguno de esos utensilios le sirven para nada.
Apuesto las canas de mis cejas a que la rectificación de la ministra de asuntos exteriores Trinidad Jiménez al reconocimiento implícito de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental de su colega Ramón Jáuregui no será el último de esos incidentes.
No es lo malo el feo que se hacen los unos a los otros al andar cada ministro corrigiendo a sus compañeros de cuadrilla, sino que dan la impresión de que, si no saben de lo que hablan, menos todavía sabrán de lo que deciden.
Zapatero tiene la solución a ese problema: que nombre un gabinete de ministros mudos o que redistribuya las carteras de los actuales y encargue a cada uno la responsabilidad en la que haya demostrado conocimientos.
Todos los ministros en ejercicio desde que Zapatero remodeló el gabinete en Octubre son solventes especialistas en el cumplimiento de la norma que, según la versión de José María Pemán de la tragedia Antígona, hacía el tirano Creonte: “Hállame un culpable que, si no lo eres tú, te sustituya”.
Tendría así Zapatero un eficaz gabinete de los mejores expertos en culpar al Partido Popular de todos desatinos del gobierno socialista.
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