Miguel Higueras.-
Si José Luis Rodríguez Zapatero hubiera sido la sombra del Papa durante su estancia en España y no se hubiera quitado de en medio para no estorbar, también lo habrían criticado.
Las quejas por haberse ido a la base de Qala i Nor en lugar de acompañar al Papa en Santiago y Barcelona demuestran que Mariano Rajoy inspira las protestas tanto por lo que hace como por lo que deja de hacer el Presidente del Gobierno.
El por ahora líder del Partido Popular y futuro líder de todos los españoles se aprovecha de la incongruencia de los electores quienes, según las encuestas, están hasta la coronilla de Zapatero.
Por coherencia con el sentimiento de hartazgo de Zapatero protestarían por la corta duración de su ausencia de España y no por haber viajado a la remota base militar.
La fugaz visita a las tropas destinadas en Afganistán supuso el sacrificio íntimo de una firme convicción antibelicista, demostrada con la fulminante retirada de los soldados enviados a Irak, el gesto mejor valorado de la ejecutoria presidencial del dirigente socialista.
Descubrió, además, un aspecto ilustrativo de la escala de filias y fobias del Presidente del Gobierno, un secreto que todo político prudente debe evitar revelar: José Luis Rodríguez Zapatero teme más al Papa que a la guerra o, lo que es lo mismo, está más cómodo en un escenario bélico que en una celebración religiosa.
Nadie conoce mejor al Presidente del Gobierno que el propio José Luis Rodríguez Zapatero, y como se le supone un alto sentido de la responsabilidad y una fervorosa dedicación al bienestar de los españoles, la coincidencia de obligaciones que le impidió simultanear la visita a la base militar española y la visita del Papa tiene que tener una explicación racional de por qué dio preferencia a la primera sobre la segunda:
Sabía que sus inevitables desatinos en Qala i Nao serían menos perjudiciales para España que los que habría cometido en Compostela o Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario